Día 5 (20 de diciembre)
Comienza la parte de carretera,
esa que tantas confidencias nos envuelven.
Nos levantamos a primera hora,
desayunamos nuestros ya tradicionales pancakes con mermelada en la terracita
del hostel al sol, y tras cerrar las maletas nos dirigimos a alquilar el coche
que nos va a acompañar durante todo lo que nos queda de viaje.
Lo de alquilar coches en EEUU es
una lotería tu reservas algo por un precio y nunca sabes cómo acabas pagando
una fortuna por él, pero bueno para que esta el dinero más que para
disfrutarlo.
¿Sería un día fácil y sencillo
para nosotras? Evidentemente no, cuando quisimos pagar el coche un ente
negativo cayó sobre nuestras tarjetas y por arte de magia si cada una de nosotras llevábamos 3, no funcionaba ninguna. Ya nos temíamos lo peor, pero como por arte de magia (de nuevo) el señor se apiadó de nosotras nos regaló el segundo conductor y nuestras
tarjetas funcionaron. Si señores, los milagros existen.
La ruta estaba un poco en el
aire, una parte de la carretera 1 estaba cortada por obras y era inviable
continuarla, ya que tan solo hay un acceso por esa parte. Por otro lado Santa Bárbara
estaba ardiendo y nos daba miedo no poder llegar a la ciudad donde teníamos
reservado una de las siguientes noches.
Según maps el corte estaba en
Gorda, así que decidimos tirar hasta allí y luego dar la vuelta, ya que lo que
queríamos era ver la ruta 1 de la costa, sobretodo la parte de los acantilados
que era esa. Y al día siguiente retomaríamos desde Morro Bay.
El viaje en coche se nos dio la
mar de bien, comiendo zanahorias, galletas y demás guarradas, acompañado de
música latina (“música latina Mari” me pedía Fabi), buena gente y mejores
vistas.
Las paradas las hacíamos en los
puntos en los que había un hueco donde poder dejar el coche (como aquí dicen:
“parquearlo”) y alguna playa, rompeolas o cantidad inmensa de pájaros.
Al principio parábamos cada 10
minutos al final cuando ya nos cansábamos simplemente comíamos, oíamos y
observábamos. Porque si no el tiempo se nos echaba encima y además el aire
azotaba con gran fuerza y fresco.
La primera parada iba a ser en
Santa Cruz (un pequeño pueblo donde al final de la playa había un parque de
atracciones), pero como no lo vimos interesante decidimos continuar. Así que la
primera parada oficial fue de casualidad, Pigeont Point se llamaba y era un
faro (me encantan los faros), además estaba muy accesible y la natura que lo
rodeaba era preciosa, playa a un lado y al otro calas con arena blanca y
paredes de roca roja.
También cruzamos varios puentes
increíblemente altos y cuya sostenibilidad era dudosa para nosotras por el
lugar y la sujeccion que estos parecían tener, pero si tanta gente hace la ruta
lo normal es que sean seguros. (Bixby Creek Bridge).
Mientras continuábamos hacia
Gorda nos hacíamos fotos, nos peleábamos por poner música, pero grande fue el
descubrimiento del Carnavalintro (tengo un amarillo que, se me reparece a
vos…), comíamos zanahorias (nuestro mejor y favorito snack).
Mientras todo esto pasaba dentro
del coche, fuera nos adentrábamos en bosques y carreteras zigzagueantes que nos
sacaban al filo del acantilado, donde parábamos para posturear y algunas veces
pues mear.
Cuando empezó a oscurecer cuando
quedaba poco para llegar a Gorda, nos dimos la vuelta para poder llegar a una
hora moderada al airbnb que teníamos en Monterrey y si podíamos visitar un poco
la zona.
Pero a lo que llegamos vimos que
la ciudad no tenía nada que ver y la playa no era mejor de lo que habíamos
visto antes, así que directamente fuimos al airbnb, sin duda la casa en la que
mejor me lo he pasado hasta ahora.
Estaba llena de cachivaches y
escondrijos en los que meter las manos y descubrir cosas. Ni que decir de la
cinta de correr o corredora (peruan world) que solo funcionaba a fuerza, cuelgo
video.
Además mi gran descubrimiento fue
una pistola de bolas de goma con la que atormentaba a Fabi y Andrea mientras
que intentaban descansar, ya que no era capaz de en tres tiros acertar a un
rollo de papel, ellas eran blanco más fácil (Fabi consiguió tirarlo). También
encontramos una Nintendo 64 con cartuchos de Mario, pero no estaba Mario Karts
(anda que no pasábamos horas en la peña jugando a reventar los globos del
otro). Tras una noche movidita con un botellón de vino en el cuerpo decidimos
descansar que al día siguiente volvía a
tocar conducir.
Como toda la ruta no se podía
recorrer, decidimos retomarla en Morro Bay, un punto con una conexión más
accesible y en la que no perdíamos tanto tiempo. Así que nada pronto por la
mañana (tras descongelar el coche), desayunamos y rumbo al sur de la costa.
Tras aproximadamente dos horas
conduciendo llegamos a Morro Bay con un hambre de muerte. Tras ver dos focas
pelearse en el puerto, fuimos con el coche al pedrusco que hay en medio de la
bahía y que la divide.
Intentamos comer fuera del coche
viendo a la gente que hacía (valientemente) surf, pero las gaviotas y las
ardillas nos atacaban, así que terminamos de comer dentro del coche (pero
admirando tan maravillosas vistas).
Al terminar de comer uno de los
chicos que hacían surf se puso delante nuestro a quitarse el neopreno (al lado
nuestro, había otro coche con una mujer dentro), a lo que nuestra vecina nos
dice “Oh he is so sweet” nosotras no entendíamos que pasaba pero se ve que a la
mujer le gustaba mucho el muchacho, y verdad tenía que el chico mejoraba si más
se podía las vistas.
Arriesgadas nosotras antes de llegar
a Los Ángeles donde íbamos a hacer noche, quisimos parar en Santa Bárbara a
pesar de que el incendio había hecho desalojar ciertas zonas.
De camino, pasamos por varias
zonas donde sacaban petróleo, la verdad que me esperaba máquinas más grandes
que esas. También encontramos varias granjas donde vendían 7 kiwis por un dólar
(Fabi se nos volvió loca, que casi tenemos que parar a por ellos) y 3 aguacates
por un dólar también (entonces Andrea también se planteó el parar).
Siguiendo en ruta llegamos a
Santa Bárbara, una provincia enorme incendiada ya que abarca un montón de
bosque, pero en la ciudad el fuego ni había llegado. Dimos vueltas con el coche
por el centro y llegamos al Muelle.
A mi parecer era un pueblo muy
bonito con casas coloniales españolas muy bien conservadas y coloridas, las
calles llenas de palmeras y el océano en el fondo nos recordaban a películas
como “Tu a Londres y yo a California”. El muelle nos dejó ver un inicio de la
puesta de sol increíble, que continuamos recorriendo la Road 1 o también
conocida como .De noche cruzamos Malibu (cantando la canción de Miley Cirus) y
llegamos al hostel sanas y salvas.
Pronto nos daríamos cuenta que
nuestro hostel nos iba a dar de las mejores sorpresas del viaje.
Al llegar a los Ángeles nos
enteramos que nuestro amigo Luis estaba allí por problemas en su viaje, así que
quedamos para ir a tomar unas cervezas a uno de los lugares más chulos que Los
Ángeles tiene (y es que cosas así majas, los Ángeles tiene bien poco), a un
roftoop con piscina caliente desde donde podías ver la noche de la ciudad
(Upstairs Bar at the ACE Hotel).
PD: Los españoles en general poco
escondemos nuestras necesidades de ir al baño, es decir si hay que ir a cagar
pues se dice y ya está (y más cuando hay confianza) y si se desconoce el porqué
del color se puede comentar. No solo eso sino que también se puede hablar de
sexo. Culturalmente esto es un choque con Fabi, o cual a Andrea y a mí nos
hacía gracia y a la pobre la torturábamos un poquito con ello.