domingo, 19 de agosto de 2018

Floraida (Florida)


Miami

¡Y nos fuimos a Florida! El vuelo pretendía ser largo con escala en Denver, pero teníamos entretenimiento para aburrir, libros, Black Mirror, cartas, una pelota (en uno de los pases ya no se si Ulises o el Andalus le dieron a un piloto)...


El viaje fue protagonizado por muuucho componentes: Cris, Rahul, el Andalus, Alfonso (amigo del andalus), Unay (o más conocido en Seattle como Ulises), Clara, Carlota, Paula y servidora.

Una anécdota que no puedo dejar de contar fue una trampa que Unay tendió a Cristina. Estábamos tratando de llegar a nuestros asientos, caminando por los estrechos pasillos del avión, cuando preguntó Unay, ¿oye como se dice calvo en inglés? Cristina, rápidamente contestó con una pronunciación la mar de precisa, “bald” a lo que un señor (calvo) se giró y la miró.


La primera parada de nuestro viaje fue Miami, al llegar al aeropuerto fuimos a buscar nuestros coches alquilados, y mientras unos discutían sobre el precio de la reserva otros jugábamos con el balón (comprado en California) en la calle.



Una vez solucionado el primer incidente de nuestro viaje fuimos a por el segundo, pero para entonces la música nos acompañaba e íbamos cantando felizmente.

Al llegar al hostel se volvió a complicar la cosa, allí nos esperaba Alfonso con unas cervezas y muchas ganas de fiesta. El problema llegó cuando fuimos a pedir las sábanas y almohadas y... ¡¡No había!! El hostel era bastante cutrecillo y las camas (literas de 3 pisos) estaban llenas de polvo e incluso regalo sorpresa un maravilloso condón que desafortunadamente se encontró Carlota.


Intentamos hablar con James (el recepcionista) y lo más que conseguimos fueron unas cuantas mantas viejas (pero limpias) con las que poder pasar la primera noche, y las chicas de Wallingford, tras mucha pelea consiguieron que además nos devolvieran parte del dinero.

Una vez todo recogido y con la cerveza en la mano lo que mejor iba a sentarnos era un baño en el jacuzzi del hostel (que tenía que tener todas las ETS posibles, y si no preguntarle al vasco que antes de entrar olió el agua por si acaso).


Mientras nos bañábamos Cristina y yo, nos dimos cuenta de James, nuestro simpático recepcionista salía de una habitación privada con sábanas limpias, ¿ya os imagináis que fue después no? Pues sí, entramos y al salir pilladas con las manos en las sabanas, pero James nos comprendió y nos dejó cogerlas.


A la mañana siguiente tras un copioso desayuno con “de todo”, cogimos coche y fuimos a visitar Miami Beach y sus edificios estilo Art Decó, todos ellos llenos de colores que recordaban a las películas de los 20.


Anduvimos por Lummus park haciendo fotografías y pensando donde comer antes de ir a la playa, ya que tampoco hacía un sofocante calor. Pero dónde comer se hacía una decisión difícil, entre tantas ofertas nos quedamos con una en la que además de comer se bebía mucho y muy barato.


La torcida que nos pillamos en la comida no fue pequeña, y esta sí que hubo que pasarla por agua para poder sofocarla. Mientras los Andaluces terminaban con el tequila del bar, el resto no fuimos a bañar a la playa. Allí conocimos a unos dominicanos la mar de majos (sin juzgar apariencias físicas, que ese ya es otro tema…), que nos dejaron jugar a lanzar el balón con ellos.


En ese momento aun no sabíamos que íbamos a ser unos cracs de los pases con balón de rugby, pero poco tardaríamos en descubrirlo, de momento nuestro coach Alfonso quería hidratarnos con la botella mágica de Miqueas. Rahul, Cris y yo estábamos sedientos y aquel trago de agua nos iba a salvar, peeero…. Los andaluces nos la jugaron, esa botella contenía tequila y no agua…


Empezaba a anochecer y teníamos que arreglarnos porque esa noche se salía al Mango, bar que frecuentamos todas las noches. Y cómo no, CENAR, si algo he aprendido, es que a todos nos une la pasión por la comida. Cenas con las que Alfonso nos deleitaba, y es que no había comida que se le resistiese, nachos, pasta, barbacoas (de esa hablaré en el siguiente post) …



El segundo día era día de Turisteo, Cristina había preparado un planing que había que seguir si no queríamos conocer la furia rubia.


Primera parada paseo por el barrio de Coral Globes, un barrio de estilo mediterráneo con grandes casonas y jardines con palmeras… allí visitamos la Venetian Pool, que a pesar de estar cerrada por mantenimiento entramos a marujear a ver que veíamos.


Todas las calles tenían nombres de ciudades españolas, pero no encontré Zaragoza. Caminando, un laaaargo paseo llegamos hasta el Biltmor Hotel, fue un hospital militar que actualmente es icono de la ciudad.


Antes de entrar al hotel y flipar sobre todo con la piscina, fuimos a ver una pequeña iglesia que estaba justo enfrente. Esta nos sorprendió ya que era una de las pocas iglesias “antiguas” que podemos ver en EEUU, o ya no antiguas, pero si parecidas a las que tenemos en España, con su altar mayor, su pórtico decorado…

Y bueno allí que entramos, pero de repente unas ganas de mear nos entraron a todos, y una señora que limpiaba muy amablemente nos dejó pasar y ver así el interior de la iglesia y el pequeño jardincito que atrás había.


Una vez ya saciados, tocaba recorrer las galerías y salones decorados con cerámica y muebles rústicos. Personalmente me sorprendió la cantidad de detalles que esconde este hotel, techos de estilo gótico decorados con telas azules moteadas en amarillo, jaulas de pájaros en el interior de la recepción. Parecía que nos hubiésemos adentrado en un patio andaluz (solo le faltaba la decoración floral), con su hermosa fuente en el centro del edificio.


En fin, tras anonadarnos y hacernos un buen reportaje fotográfico nuestro cuerpo pedía relax, así que fuimos a explorar el Key Biscayn en busca de playa, aunque he de decir que antes de encontrarlo nos perdimos por otro key sin playa y casi sin salida.


El tiempo no acompañaba, estaba nublado y hacía aire. El lugar acompañaba a hacer fotos, encima las palmeras eran cocoteras, y claro una foto con un coco da mucho caché en el insta, era algo a lo que no podíamos resistirnos. Tampoco iba a resistirme a intentar trepar una palmera, pero esta vez se quedó en intento.


Como decía el tiempo no nos dejaba poder apreciar bien la playa, pero aun así disfrutamos de ver los yates, el skyline de Miami desde la costa y como no de la compañía.


Antes de irnos a casa fuimos a dar un paseo por el Bayfront Park, lugar donde hacen la mayoría de los conciertos, pintado con grafitis, lleno de tiendas y el mítico Hard Rock Café de dicha ciudad.


Por la noche tocaba de nuevo Mango, así no perderíamos la costumbre, que era además nuestra última noche para poder salir.


Martes, último día que pasaríamos en Miami, así que teníamos que aprovechar. Nuestra primera parada fue en Little Haití, lo cual sorprendió mucho por su dejadez, lo cual daba pie a que pensásemos que era algo peligros; pero también sorprendió por sus coloridos y reivindicadores murales.

Tras Little Haití fuimos a Little Habana, donde comimos al puro estilo cubano, mientras Alfonso nos contaba lo mucho que disfrutaba bailando salsa cubana. La pobre Cris tuvo que conformarse con comer una ensalada y plátano.

Con el buche lleno de comida fuimos a probar el rico helado de la pequeña Cuba en la que nos encontrábamos. Esta tenía hasta un parque donde SOLO se jugaba al dominó, y como yo sé que sois muy listos y conocéis la originalidad americana, ¡habréis deducido que su nombre era (redoble de tambores) DOMINO PARK!


La tarde la pasamos en la playa jugando al balón y a las cartas, enseñándole a Rahulito a jugar a “Culo” y a “Tonto”. Lo curioso de Crandon Park (playa en la que pasamos aquella tarde), era la cantidad de gaviotas (Seagulls) que habitaban cerca de ella, y, sino que se lo digan a Ulises, cuando valientemente se paraba con una galleta al aire mientras ellas decidían si cogerla o no.


Ya de noche volvimos al hostel, esa noche estábamos indecisos, no sabíamos muy bien qué cenar, cuando decidimos que Alfonso haría unos buenos nachos con de todo volvimos al hostel y… tuvimos un pequeño problema con los coches. Habíamos pagado parking, pero cuando fuimos a dejarlo, nos habían quitado la plaza. Así que tras mucho discutir sin sacar nada en claro, ni dinero ni cervezas que nos fueron arrebatadas, pasamos la noche jugando y relajaditos en el jacuzzi.


Al día siguiente tocaba Everglades, y viaje hasta nuestro nuevo alojamiento, así que había que madrugar.

Y ahora vamos a hacer un salto, ya que en Everglades y cayos estuvimos divididos dependiendo de nuestros intereses turísticos. Así que (voz de comentarista de partidos de básquet cuando salen los jugadores a la cancha) vamos a leer el episodio de ORLANDO escrito por la rubia valenciana… Cristinaaa Looopeez.


Nasa

Nuestra pequeña gran familia volvió a juntarse en el parque de la NASA. Allí yo creo que todos vivimos el típico sueño de querer ser astronauta.



De pequeño tenía poco, aquello era enoooorme, los cohetes eran tan altos que daba dolor de cuello mirarlos. Y qué decir del Apolo 11 (con el que se dice que se llegó a la Luna). Tenían solo una nave par albergarlo, los propulsores eran de diámetro como nosotros de altos.


Allí pudimos pisar marte, hacernos foto con la foto de nuestro astronauta favorito yyyyy ver las instalaciones desde donde realizan algún que otro despegue. 


No solo eso sino que hasta podías experimentar todo lo que un astronauta hace, como ir al baño! E incluso había un simulador que te llevaba casualmente a Zaragoza en cuestión de segundos.



Orlando (Cristina López)

El viaje a los estudios fue una maravilla. Habíamos llegado a Orlando la tarde de antes y habíamos salido de fiesta. No recuerdo el nombre de la discoteca, pero me encantó porque pusieron canciones latinas, de estas que son buenísimas para bailar y en Seattle (si no vas a Sarajevo) es difícil encontrar ese tipo de canciones. El caso es que parte del grupo del viaje estaba en la discoteca bailando y el otro resto se quedó en el hotel durmiendo. La idea era estar en los Studios a las 9 en punto. Los que estábamos en la discoteca pensábamos que podríamos con ello, porque aquí en América, las discos cierran a las 2 y que bueno, con unas cuatro horitas de sueño pues podríamos levantarnos sin problemas.

Lo que pasó es que yo fui la única del grupo de la discoteca en poner la alarma y mi móvil se quedó sin batería durante la noche. Total que, nos dormimos. ¡Me quería morir en ese momento! Pero fuimos rápidos, nos vestimos, desayunamos y fuimos en coche hasta los estudios. Una vez allí, ¡flipamos!

Para quienes no hayan estado en los Universal Estudios, estos están divididos en cuatro partes: Universal Studios Florida, Island of Adventure, Volcano Bay and City Walk. Nosotros fuimos a la primera parte y esta a su vez está dividida en Production Central, New York, San Francisco, World Expo, Hollywood, Woody Woodpecker’s KidZone, The Wizarding World of Harry Potter “Diagon Alley” and Entertainement.


Queríamos reservarnos la parte de Harry Potter para el final porque es lo que más nos gustaba y preferíamos verlo con calma, una vez que hubiéramos visto el resto. Empezamos por el plato fuerte, la montaña rusa (la única que hay en el parque) que se llama “Hollywood Rip Ride Rocktl”. Es una pasada de montaña rusa porque es la única que he visto en la que te puedes montar con música. ¡Sí!, habéis oído bien, con ¡música! En tu asiento, a la izquierda, tienes unos botones con una pantallita en la que primero eliges el estilo de música que quieres y después la canción. Yo me subí dos veces con la canción de “I will survive” de Gloria Gaynor y ¡fue una pasada! Empezamos bien nuestra aventura. Una cosa que me gustó mucho desde el primer momento y en todas las atracciones es que tienen unas taquillas en las que dejas tus pertenencias. Esas taquillas se activan con un número, pero si se te olvida no hay problema porque basta con que detecten las huellas de tu mano para que se abra la taquilla de nuevo. Está genial para organizarse y para no llevar la mochila contigo todo el tiempo.



Después de esa atracción seguimos con el resto. Creo recordar que nos subimos a la atracción de la Momia en la parte de Nueva York (la de Hollywood y la de Nueva York están una al lado de la otra). También nos gustó mucho pero lo que más, es que no había cola. En serio, nos esperábamos una cola larguísima, pero en todas las atracciones no esperamos más de diez minutos. Solo en la de Harry Potter estuvimos como una hora, pero en el resto fue entrar, montarnos y salir. Eso nos permitió poder ver todas las atracciones que queríamos. Cuando entras en la atracción, aparece el making of en las pantallas y también tienes algunas vitrinas con objetos de la peli. La atracción es como meterse en el interior de una pirámide montado en un tren y la maldición de la momia te persigue…


Después de esa nos metimos en la de Transformers. ¡Nunca había estado en una atracción 4D como esa! Flipante. Tú eres el conductor de un coche y empieza una lucha entre los Transformers “buenos” y los “malos”. Los malos, claro, van a por ti, y los buenos te ayudan y te salvan la vida (vamos, que en realidad tú solo disfrutas del viaje y te dejas salvar pero ¡cómo mola!) Parece que de verdad estás dentro del coche y parece de verdad que te van a hacer trizas, la sensación 4D es muy realista y los combinan con efectos como gotas de agua o vapor que hacen que parezca real.

Después de esas, nos metimos en otras muchas más, como en la de los Simpson, la de Men in Black, la de Shrek, la de E.T.… Todas ellas fueron fantásticas y lo que más me gustó fue la ambientación. De hecho, si vas a los Universal, no vas por las atracciones en sí sino por el decorado, la escenografía. Recuerdo que en la de Shrek había anuncios por las paredes como que los tres cerditos daban clase de bricolaje, la princesa Rapunzel buscaba novio, o que se vendían galletas de jengibre… Todo con un cuidado tan especial que parecía que estabas dentro de la película. En la parte de los Simpson tienes de todo, desde el Badulaque, hasta el Bar de Mou, el jefe Bigun rondando por ahí, Milhouse en un banco sentadito, Jebediah Springfield, las cervezas Duff, la Krustyburguer…

Y los mismo con la de Men in Black, los alienígenas estaban muy bien hechos. Cuando entrabas en la atracción estaba la cafetería igual que en la peli con los aliens tomándose el café. (Esta foto que adjunto abajo es de Internet porque nuestros móviles estaban en las taquillas. Eso sí, si queréis hacer fotos del decorado mejor llevaos los móviles con vosotros para hacer las fotos, pero prometo que en la atracción era tal cual). La de Men in black  es como una especie de El laberinto del Minotauro de Terra Mítica (no sé se habéis estado en esa), pero básicamente estás montado en un carro y tienes que matar a los aliens con el puntero láser de tu pistola. Al final, Will Smith aparece en la pantalla y dice qué carro ha sido el ganador.


Para hacer un descansito de montarnos en atracciones, resguardarnos del sol y comer un poco, fuimos a ver un espectáculo llamado Fear Factor Live que está basado en un programa de televisión en el que la gente hace cosas extremas. Yo nunca había visto este programa, pero la verdad que el espectáculo fue chulo. Unos chicos tuvieron que escalar y encestar anguilas en un cubo, subirse a un coche y prenderle fuego, comer un batido de insectos, meter tu cabeza en una caja de cristal con escorpiones… ¡DE TODO! Y, además, el público puede participar y unas horas antes también anuncian y hacen un casting para todo aquel que quiera hacer cosas de ese tipo, como comerte el batidito de insectos sin potarlo, jajaja.

A lo largo del parque también hay una zona más destinada para los niños, que es la del Pájaro loco, y también hay una zona que imita la ciudad de San Francisco, pero la verdad es que no nos detuvimos mucho en esa parte, más allá de disfrutar de las vistas que ofrecía con los puentes y con un pequeño laguito. ¡Ah sí! También hay decorados de pelis que te vas encontrando como el maravilloso Delorean de Regreso al futuro o el tren del Oeste de la tercera peli de la trilogía.


Pero por supuestísimo, lo mejor del parque fue Harry Potter. Ya antes de entrar en el Callejón de Diagon, de repente te han teletransportado a Londres y ves banderitas de Inglaterra por doquier. Lo mejor es el autobús noctámbulo. Lo ves, ahí, como si fuera un bus normal, pero en realidad NO LO ES. La cabeza parlanchina cuelga de la ventana y tiene la capacidad de repetir tu nombre cuando lo escucha, de modo que te saluda y eso te hace sentir especial y guay. Además, el chico que te sube la maleta al bus está esperándote para hablar un poquito contigo y hacerte la foto. Se me caía la baba de lo fiel que era a la peli. (con acento británico) Es algo magnífico, desde el momento que entras. Todo está detallado al límite y encima ponen la banda sonora de la película para que te metas más. Está TODO todito, desde la casa de bromas de Fred y George con el divertido quitar y poner el sombrero de la entrada, la librería de Flourish y Blotts, la tienda de ropa de Madam Malkin, la heladería de Florean Fortescue, Slug and Jigger, tiendas de animales mágicos, de calderos, de túnicas, Ollivander’s, Borgin and Burkes, etc. Casi me entraron ganas de llorar de lo bonito que era y de lo parecido con las pelis, parece de verdad que estás dentro de los libros. También vimos un espectáculo, el de La fábula de los tres hermanos. Básicamente, cuatro actores de Inglaterra (el acento británico es palmario) te cuentan la fábula de los tres hermanos con marionetas. Contado así parece algo simple, pero no lo es. Aunque me lo esperaba mejor, le dan su encanto y lo dramatizan profesionalmente. (Cuando digo “marionetas” no me refiero solo para niños, es para todos los públicos). A l ahora siguiente había otro espectáculo llamado “Celestina y las Banshees” que me pareció algo muy original pero no nos quedamos a verlo porque preferíamos explorar las tiendas y ver bien todo el decorado. Por supuesto también nos adentramos en el Callejón Knocturn que cuenta con un aire nocturno y siniestro, totalmente diferente y con la banda sonora de fondo.



Pero lo mejorcito vino con la atracción del banco de Gringotts. Ya desde fuera es lo que más llama la atención por el grandioso dragón que está en la cúpula y que escupe fuego cada cierto tiempo. Pero dentro del banco… ¡es lo mejor! De nuevo, el decorado no decepciona. Parece que estás dentro, a punto de pedir el dinero de tu caja, con todos los elfos trabajando, con las lámparas enormes colgadas del techo, con las fotos de los periódicos que se mueven... ¡Alucinante! Cuando te subes a la atracción tiene que escapar de Gringotts y te persiguen Bellatrix y Voldemort. ¡Es la mayor pasada de la historia! Es un 4D alucinante, con la cara de Voldemort enfrente de ti, apuntándote con su varita, con Laguini acechándote, con la cantarina y acojonante voz de Bellatriz por detrás y con Bill Weasley ayudándote a salir de ahí. Me encantan las últimas palabras que irónicamente dice Bill al final de la atracción “Gringotts is one of the safest places in the Earth”. Salí con la piel de gallina. Sin duda, fue lo mejor del parque. Y ¡las ranas de chocolate! Jaja.



Y ya para finalizar, nos fuimos al principio del parque, cerca de la entrada, a la atracción de Jimmy Fallon. También fue una de mis favoritas porque te hace un tour por Nueva York en 3D, claro. A mí me flipó. Yo, que soy una enamorada de Nueva York y ni siquiera he estado, te recorres Nueva York en un coche de carreras siguiendo a Jimmy Fallon, te metes entre el tráfico, dentro de edificios, subes a la Estatua de la Libertad y ves toda la ciudad con fuegos artificiales y con las luces de los edificios brillando entre la oscuridad. Es precioso. Por último, nos metimos en la atracción de los Minions, que es la primera atracción que te encuentras al entrar al parque, pero nosotros la hicimos la última. Si te gustan los Minions y te parecen superadorables, sin duda, tienes que entrar en la atracción. Es de nuevo un simulador en el que entras en el laboratorio donde están los Minions y tienes que rescatar el regalo de aniversario que han comprado las nenas. Es muy divertido y bastante cuqui.

Y ya sí que termino, antes de marcharnos del parque, nos sorprendió un desfile que hicieron imitando el Mardi Grass de Nueva Orleans. Las carrozas y los disfraces estaban muy bien diseñados imitando a egipcios, griegos, disfraces del carnaval de Río… Tantos tipos de disfraces que ni me acuerdo ya en verdad. Lo que no me gustó nada fue que lanzaban collares de plásticos (porque al parecer eso es lo que se hace en el Mardi Grass) y te bombardean la cabeza y el cuerpo. Me pareció un gasto tonto de plástico y además, podía hacerte daño. Pero al menos, era bonito de ver.

Bueno, nos fuimos con la sensación de haber aprovechado el día totalmente, de habernos subido en un todas las atracciones y de haber disfrutado al máximo.


lunes, 6 de agosto de 2018

Nueva Orleans


La primera vez que oír hablar de Nueva Orleans o como aquí la llaman NOLA, fue en 4º de la ESO en clase de música. Hablábamos del origen del jazz, blues, música cajún, de su procedencia y por qué y cómo se creó. 
De cómo las gentes del África habían sido cruelmente traídos hasta América para dejar de ser personas humanas, y comenzar a ser esclavos de hombres blancos. De todo  lo que sufrieron, vivieron y finalmente  lucharon.
Esta historia de desigualdades entre negros y blancos que parece tan lejana y en cambio es tan cercana, me conmueve casi diariamente al ver lo injusta que muchas veces es la sociedad.
NOLA se convirtió para mi uno de los lugares a los que tenía que viajar al menos una vez en la vida, y este año tuve la gran suerte de poder hacerlo.
El viaje fue de Seattle a Houston y de allí en coche rentado cruzamos la frontera entre Texas y Lousiana.


Llegamos a la Ket's house, después de pensar que la carretera estaba en obras (había unos socavones del tamaño de un caballo), que era el lugar donde íbamos a dejar descansar  nuestros  cuerpos tras descubrir la ciudad.
Nada más llegar lo primero que hicimos fue buscar un lugar para salir a bailar. Al ser la ciudad de la música bien tendría que haber  buenos lugares. Encontramos un club en cuya web decía que había música latina, pero nos llevó a un polígono industrial donde nada había. Nuestro segundo intento fue premiado el club que encontramos se llamaba Dragon’s Den. Cuyo edificio tenía una estructura arquitectónica muy común en la ciudad “Creole Townhouse” con dos pisos, balcones de hierro y paredes de madera.


Al entrar pensábamos que nos habían engañado ya que aparte de que la música era rap, parecíamos minions entre gente tan grande y oscura, y nosotros tan blanquitos. Pronto descubrimos que la sala que nosotros queríamos estaba arriba, tras cruzar y salir a un jardín subimos unas escaleras.


Allí la fiesta aguataba hasta que tu cuerpo pudiese, no como en el resto de América que a las 2am cierran. A la salida lo difícil estuvo en buscar algo que comer, pero bueno NOLA también se caracteriza por su infinidad de comida criolla. Nuestra elección fue comer Po`Boy (de gambas y de pollo), un sándwich con lo que quieras rebozado con kétchup mayonesa y lechuga.  La cocina criolla empezaba a enamorarnos.

A la mañana siguiente tocaba hacer la ruta del Voodoo y ver el cementerio de Lafayette y el de St Louis, lo bueno de estos hubiese sido ir con alguien que lo conocía y pudiese contarnos las historias que residen en las tumbas, sino es un cementerio con tumbas viejas y derruidas y grandes mausoleos que de noche yo no visitaría. El Garden Disctrict nada tenía que ver con los cementerios, el barrio estaba lleno de casonas señoriales y mansiones del estilo sureño americano Shotgun House.


Después de ver tumbas nuestro itinerario marcaba la visita al uno de los parques más famosos de la ciudad por su afamado zoo, el parque se llama Audubon. Para llegar recorrimos St Charles Avenue; una gran avenida con sus grandes caserones y el bonito tranvía que también lo recorría. Por algo era peculiar era por sus estrambólicos patos, su pequeño, pero adorable puente con su arcoíris en el río que dividía el parque de un campo de golf y un ser extraño que andaba colgado por los árboles.



Antes de comer faltaba visitar un último parquee, uno dedicado a un gran trompetista de la ciudad, Louis Armstrong Park. La peculiar arte en el río y sus divertidas y musicales esculturas. Además, este parque alberga en él la que fue una importante plaza para la música Jazz y Blues y las danzas.


Ahora ya sí que era hora de ir a comer y qué mejor que probar una auténtica comida criolla cerca del famoso templo del Jazz Preservation Hall (al cual no entramos debido a su precio y su fila).


Por la tarde paseamos por Bourbon Street probando las bebidas típicas de NOLA, el Hurricane y la Granade, dos bombas cuyos “refill” salían más baratos que las copas de cualquier bar de EEUU.


Entre trago y trago disfrutamos de la música en vivo y un ambiente muy Mardi Grass (aunque dicho festival no comenzaba hasta unas semanas después ya se podía apreciar algún collar colgado entre banderas moradas, amarillas y verdes), y también probamos los Beignets.


No era hora de ir a casa (realmente los horarios que llevamos fueron de lo más extraño, pero seguíamos disfrutando igual de esta ciudad), así que, ¿por qué no buscar un rooftop y ver la puesta de sol en el Misisipi? Intentamos subir a la azotea del hotel Marriot pero nos quedamos en la planta de la piscina (era lo más alto que podíamos llegar), así que de ahí fuimos a ver el casino que estaba cerca del coche y a dormir.


A la mañana siguiente tocaba ver el Wooldenberg Park a orillas del río Misisipi, lugar en el que Tom Sawyer hacía de las suyas en los típicos barcos de Vapor y ruedas que navegan por él. La verdad que dejó un poquito que desear ya que el rio no era nada comparado con el Ebro y la rivera (hay un parque bastante majete que se llama Woldenber park) era bastante sosete, con obras al otro lado debido al huracán Katrina,  pero bueno he visto el Misisipi!!


Tras desayunar y ver el río fuimos a conocer más a fondo el French Quarter y todo lo que ello conlleva, como es el arte  que rodea la Jackson Square o como la llamaron los colonos españoles, la Plaza de las Armas.

Su imponente catedral de Saint Louis flanqueada por el Cabildo y la Presbytere (iglesia presbiterana, ya que la Saint Louis era católica), destaca al fondo de la plaza dando pie a la entrada de las calles más coloniales de esta ciudad.


Cómo podíamos irnos sin visitar más bares donde la música te hacía moverte y sobretodo, tiendas Vodoo donde podías encontrarte de todo lo que pudieses imaginar.

Sin duda el aire que se respira en Nueva Orleans es auténtico, y si tengo que repetir algunos de los lugares que visité, este es de los primeros. Arte, música y mundo definen esta ciudad.