lunes, 28 de enero de 2019

Hawai 2.0


Tras un largo pero tranquilo viaje en múltiples aviones, llegamos a Honoluu y nos acercó al Hostel 
Pedro, nuestro Uber que es de Puerto Rico y ni habla español ni sabe dónde podemos salir a tomar algo un sábado en Hawai.


Dejamos las maletas, hacemos las camas y vamos a descubrir un poco de la noche de Waikiki pero en modo tranquilo. Paseamos por la avenida de las tiendas, paseamos por la playa (y nos asombramos de lo cristalina que puede ser el agua hasta de noche. Y no sabemos cómo, acabamos en la piscina privada del Sheraton alucinando con el nivel del hotel.


A la mañana siguiente el desfase horario nos hace madrugar, pero mientras esperamos al desayuno organizamos el día, Andrea me hace las trenzas, preparamos la mochila y avisamos a nuestras madres de que seguimos vivas.


Esperamos y esperamos al autobús y en el esperamos y esperamos hasta llegar a Pearl Harbour (ofensiva de la armada Japonesa en la costa de Pearl Harbour, Honolulu). La verdad que el memorial que han conservado deja mucho que desear, hay varias bombas atómicas, un submarino, y un pobre superviviente del ataque con el que la gente se hace fotos cual Micky Mouse.

Nos habían dicho que si queríamos comprar souvenirs de Hawai lo mejor era ir al Aloha Stadium Swam Meet Market, allí me hice con un precioso pareo y una florecilla para mi sedoso pelo. Después de una hora caminando decidimos que lo mejor era darse un chapuzón, y de camino al autobús un señor nos ofreció shuttle (llevarnos) algo carete, pero negociando nos llevó hasta donde queríamos por el precio que le pedimos.


Fuimos a Magic Island Lagoon (o eso creíamos), una laguna formada en mitad de la arena, pero resultó ser Ala Moana Beach Park, un parque precioso donde puedes hacer barbacoas y con unas playas enormes y suuuper tranquilas en las que no parece que estés en medio de la ciudad. Ahora sí, cuidado con las medusas que son tan transparentes que ni las ves (excepto algunas que un aro rojo te dejaba mantener precaución).

Allí mientras observábamos los barcos vimos una piedra, que luego pensamos que era una foca, ¡ya pasamos a ser humano y finamente vimos que era una tortuga de dimensiones descomunales!


Con el estómago vacío de todo el día decidimos probar la comida típica de Hawai, que viene siendo como ensaladas con pescado crudo y vegetales crudos (algo fresquito para esta humedad y calor).

Otra de las playas que teníamos que ver de Wakiki era Kahamoku Beach, pero de camino nos encontramos un bar en Happy Hour donde las copas de Mai Tai y Blue Hawaian (pupurri de alcoholes y demás jugos) no valían nada, así que pedimos llenamos las botellas, volvimos a pedir (la cara de la camarera fue épica) las volvimos a llenar y con la cantimplora llena nos fuimos a la playa (aquí está prohibido beber en la calle alcohol a no ser que no se vea qué es).


Lunes

Al día siguiente, alquilamos coche para recorrer  “North Shore”. Compartimos viaje con parte del equipo orca, ellas eran Paula y Victoria. Tras un malentendido con el lugar de alquiler, nos encontramos, preparamos los atavíos y fuimos hacia nuestro primer destino.
Secret Island (un lugar no tan secreto), era el lugar donde íbamos a repostar, flipar y donde iba a suceder nuestro segundo percance.


Este lugar ha sido escenario de varios films como son Lost (Perdidos) o Jurassic Park, y no me extraña por el que paraje es extraordinariamente salvaje, lleno de palmeras, lianas, arboles verdes sin sentido por todos los lado…, y a pesar de ser lugar de encuentro de turistas está protegido con acceso restringido (menos para nosotras claro).


Al llegar no veíamos más que carteles de propiedad privada, pero entramos a la tienda de souvenirs a ver si se podía pasar y como nos dijeron que sí ahí fuimos a hacer el recorrido del autobús.


No sabemos muy bien cómo llegamos hasta el embarcadero donde dejamos el coche encendido mientras hacíamos (pensábamos que 4) fotos y observábamos los peces (que parecían tiburones) como nos venían a atacar. La sorpresa fue cuando el coche no arrancaba, un señor en lancha vino a socorrernos y antes de que volviese vimos que el error no era la batería sino que el problema yacía en que el coche estaba en D y no en P (es automático) y así no se podía encender el coche.


Seguimos recorriendo tal autentico lugar con asombro y recorriendo todos los caminos que encontrábamos hasta llegar al fin de los mismos, pasamos por plantaciones de todo tipo de frutas hasta que una señora amablemente nos indicó la salida (nos echó vaya).


Ahora faltaba buscar la fotografía con la montaña, para ello había que ir al otro lado del lago. Kualoa Park es el nombre de nuestro lugar. Nos habían dicho que siguiésemos el camino y que ninguna señal de prohibido el paso nos detuviese, así que infringimos la ley a tope y llegamos hasta el último aparcamiento.

Allí comenzamos a andar sintiendo lo mismo que podían sentir los personajes de “Lost” cuando andaban en zonas selváticas y encontraban el mar, y finalmente tras saltar un campamentos y cruzar por varias lianas encontramos nuestro muelle para poder hacer la fotografía.


Después de todo ello nos dirigíamos hacia nuestra segunda parada, Turtle Bay, donde esperábamos ver tortugas, pero el viento atizaba tan fuerte que las olas eran de tamaño descomunal por lo que ni tortuga ni humano se acercaba a la costa. Además de que era un complejo hotelero casi inaccesible (pero como cogimos ya costumbre de atravesar caminos de prohibido el paso, hasta dentro que entramos).

Seguimos en ruta a visitar la siguiente playa Sunset Beach, el tiempo no acompañaba hasta que llegamos a esta playa de inmensas olas, y por consiguiente inmensas rebozadas. No había una vez que te acercabas a la costa y la fuerza del agua te tumbaba, como Paula decía “esto es como un tsunami”.

Allí una gran tragedia ocurrió, Victoria vivió una nueva y emocionante aventura. ¡Le picó una abeja!, he de decir que técnicamente la aplastó, aunque según ella la atacó.


Tomamos el sol entre turista y turista, y cuando nos cansamos cogimos el coche y hacia otra playa Banzai Pipeline y Waimea Beach. Tan apenas estuvimos allí más que para ver las olas y algun que otro surfista ya que las olas no nos permitían darnos un chapuzón. Así que optamos por ir a ver tortugas a alguna playa y de camino parar en la plantación de piñas Dole a probar su famoso (ahora a entendemos por qué) y delicioso helado de piña.


Aki’s Beach era nuestro destino, una pequeña calita con arena fina y blanca, escondida entre varias casas que tienen acceso exclusivo. Allí yacían dos tortugas marinas su tamaño era tal que si quisiésemos llevárnoslas, el peso superaría el del equipaje facturado y tendríamos que pagar el extra peso.


Allí estuvimos tomando los últimos rayos de sol, esperando a que este se pusiese y nos regalase una de las más mejores puestas de sol que jamás hayamos visto. A esto acompañaba el increíble mundo marino, que nos sorprendió permitiéndonos avistar como dos ballenas escupía agua hacia arriba, por desgracia, estábamos demasiado lejos.


El día se terminaba y aunque quisiésemos tomar algo nuestros cuerpos nos pedían ducha, cena, pero bueno Andrea y yo aún nos animamos a ir a tomar algo a un bar donde las copas estaban muy baratas, pero para nuestra desgracia ese día había que pagar cover y tampoco íbamos a estar tanto tiempo. Al lado había un bar con música en directo y ahí acabamos tomando unas cervecitas, escuchando música y conociendo a un grupo de chicos que se habían encontrado esa misma noche e iban haciendo grupo.

Martes

Y llegó y ahora en vez de recorrer el North Shore nos tocaba el East Shore. ¿Cómo podía ser tan diferente el paisaje si la isla es tan pequeña que en dos horas la has cruzado?


Tras el madrugón fuimos a recoger a Victoria y Paula, el coche lo aparcó la flor en el culo que mi madre me regaló para encontrar aparcamiento, lo que viene a decir que aparqué muy cerca.


Primera parada Manoa Falls. Nuestro segundo día de alquiler de coche se protagonizó por los diferentes hikes que hicimos. Este primero era sencillito, pero el barro lo dificultaba un poco (más bien lo enguarraba). Parecía que todas menos yo fuesen a dar un paseo por el asfalto, monísimas ellas emprendimos el camino entre las selváticas arboledas que nos daban sombra.

El camino era divertido y cuya vegetación recordaba nuevamente a un capítulo de LOST. La cascada en sí fue de lo menos impresionante. Pero aun así me recordaba mucho por su altura a la cascada del Sorrosal.


Vuelta para el coche y ahora lo que tocaban era visitar una cueva, llamadas Spitting Cave. La verdad que no era el tipo de cuevas que esperábamos eran entradas del océano en la roca, concretamente una cueva, las piedras estaban muy escarpadas por la erosión de las grandes rocas cuando chocaban en ellas. Lo que permitían que se pudiese trepar y caminar ya que era muy arenoso y las suelas de las zapatillas podían agarrar muy bien.


Como no, yo me acerqué a la cueva (lastima no saber que se podía saltar). Había que destrepar e iba con la cámara y la botella. Decidí dejar la botella arriba porque no la iba a necesitar, pero la botella no quería separarse de mi por lo que se lanzó como 4 metros hacia donde yo estaba y se abolló. Fotos y un poquito de escalada para nuestro día de montaña y playa.


Esto aún no se acaba, tras la cueva fuimos al famoso volcán de Ohu “Koko Head” cuya cima se encontraba en lo alto de 1048 escalones mal puestos. Nada que no se hiciese en media hora o como Andrea hizo, en 20 minutos y sin sudar (la tía está más fuerte que un roble).


En ese volcán la gente suele dejar colgando sus zapatillas, yo fui  un paso más allá y perdí mis gafas L.  En lo alto observamos la vista panorámica de casi toda la isla, y sobretodo, de Honolulu.


Y nuestro viaje continua, nuestro siguiente destino era encontrar una playa en la que descansar tras nuestro esfuerzo, esta fue Sandy Beach, playa que presuntamente tenía la arena verde, pero en realidad era la más blanca de la isla.


Parecía que el oleaje era más suave que en las playas del norte y dejaban bucear, pero tampoco fue así. Traté de buscar algún que otro tesoro marino bajo el agua, pero el oleaje me llevaba hacia las rocas, lo cual me asustó y me tiró mi deseo de hacer snorkeling por la borda.


Mientras nos poníamos de vuelta y vuelta cuales cangrejos (esta vez ya no había ninguna abeja amenazante), los socorristas nos sonreían cada vez que Victoria y Andrea se iban. Uno de ellos parecía muy interesado en nosotras.

Ya descansadas otra excursión se acercaba, está mucho más corta que la anterior, y cuya dirección no era la cima de un volcán, sino un faro en lo alto de un monte que te permitía ver una pequeña península que Oahu tiene en el sur, el mar a los dos lados y un pedazo de tierra que visto desde arriba parece de 10 minutos caminando, era lo que embellecía nuestros ojos.


Ya se acercaba la noche y nos quedaban varias playas por ver, así que las vimos un poco aprisa porque a su vez teníamos que devolver el coche.


Estas playas fueron: Waimanalo Beach y Lanikai Beach, son las más conocidas tanto por sus arenas blancas como su larga extensión hacia los dos lados, y como no todas sus rocas.


Tras aparcar el coche en su lugar de origen, vuelta a casa tras un largo y pesado dia de coche, playa y montaña. Mientras hacía la cena, una señora llamada María, se acercó a mí. Ella pertenecía a uno de los pueblos indígenas que aún quedan en Chile, pero trabajaba en Nueva Zelanda ayudando a conservar y conocer a otros pueblos indígenas del mundo. Con ella estuve hablando un buen rato del amor, la vida y la Pachamama (Madre Tierra). Personas como ella te hacen volver a creer en el ser humano y en todo lo bonito que él tiene.


Tras la charla tocaba comer la cena, un delicioso brócoli con pollo y patata (que se nos quedó más duro que una roca, ya que el hambre nos obligó a sacarlo antes de tiempo). Y para acompañar tal manjar que mejor que unas cervecitas en buena compañía en la terraza del hostel con una pareja que se conoció viajando y vivían así por un año, y más gente de todos los lugares del mundo con diferentes caminos pero reunidos en un mismo lugar.

Miércoles

Como le habíamos cogido gustito a esto de caminar, decidimos subir a “Diamon Head” otro volcán inactivo cuyo recorrido era sencillo de hacer, desde ahí pudimos observar más playas y arrecifes que bordean la isla.


Allí compramos unos refrescos como piña colada y COCO (hacía tiempo que no comía un coco tan bueno, pero nada comparable al dominicano). No solo bebimos el agua de coco, sino que me ensañé con una piedra para partirlo y poderle sacar la carne (sino parecía malgastado).


Y con toda la energía que os jugo de frutas nos dieron, dando un paseíto de hora y pico, y tras cruzar la zona rica, o mejor dicho multimillonaria de Honolulu llegamos a Waialae Beach Park, una playa súper tranquila de la cual Andrea y yo éramos dueñas en ese momento.


Mientras Andrea se torraba cual lagarto, yo entre torrada y torrada me daba paseos por la playa en busca de piedras, conchas y trozos de cristal erosionados por el agua y la arena. Me sorprendió que la playa estuviera llena de cristales puntiagudos y peligrosos, como si la gente los hubiese arrojado recientemente. Esto me sorprendía ya que en ninguna otra playa habíamos visto ni rastro de basura, cristales o cualquier cosa que modificase la naturaleza del lugar.


Allí pasamos toda la mañana y parte de la tarde hasta que decidimos ir a la piscina del Sheraton a hacernos las magníficas fotos que visualizamos el día que vimos ese lugar tan fancy, típico de las películas.

El señor del Uber nos había recomendado ir a ver bailar Hula (si Andrea no ve Hula os juro que le daba algo) a “Halekulani Hotel”, donde presuntamente era gratis.  Hay veces que el karma te devuelve buenas acciones como otras veces te devuelve las malas, ese día estábamos de suerte.


La entrada había que pagarla, pero bueno, era un lugar con vistas al mar, y donde además íbamos a ver la puesta de sol, así que por un día íbamos a tirar la casa por la ventana. Un camarero muy agradable nos atendió y al ver nuestro acento nos preguntó de dónde éramos, al contestarle que españolas nos contó que en ese hotel había una española trabajando.

Y esa persona era Montse, una camarera de Vic que llevaba 20 años viviendo en Honolulu, nos vino a saludar muy agradablemente y ahí estuimos de palique un rato hasta que comenzó el show.


Nos pedimos un Blue Hawaian y un Mai Tai de casi 20 dólares cada bebida, mientras, para pasarlo, nos trajeron patatas a la española y de repente el camarero nos trae un trozo de pastel de coco casero que “oh my gosh” eso era el cielo en dulce.

El Hula fue de lo mejorcito, no fue baile en grupo, fueron tres músicos tocando en vivo con el atardecer de fondo, y acompañando a la música una chica bailando a ritmo de Hula. Era como de película, cócteles fuera de lo normal, música y danza en vivo con la puesta de sol y el inmenso Océano Pacífico de fondo en Hawai.


Para continuar pedimos la cuenta y para nuestra sorpresa, del monto que nos habíamos imaginado que nos iba a tocar pagar, tan solo tuvimos que pagar la mitad, que digo mitad, UN CUARTO. Se ve que a Montse le caímos bien, y le recordábamos a su España natal.


He de decir que lo mejor del espectáculo fue cuando descubrimos los váteres, y es que tenían chorritos que te limpiaban todas tus zonas intimas y no solo eso, sino que también te lo secaba con una especie de secador incorporado. Andrea y yo nos chillábamos de un baño a otro emocionadísimas. Cuando salimos, nos dimos cuenta que la gente nos miraba raro, pero es que esa tecnología era totalmente desconocida para nosotras.


Esa misma noche fuimos al hostel a cenar y mientras cocinábamos hablé con María (una indígena del pueblo Inca, que se dedicaba a proteger a pueblos aborígenes y conocerlos. Ahora estaba viviendo en Nueva Zelanda). Mientras hablábamos sobre el sentido del amor y la Pacha Mama cocinábamos nuestras deliciosas cenas ya que teníamos que empapar que esa noche salíamos a bailar a un bar donde las copas valían un dólar.


María también se vino con nosotras, el equipo chicas lo iba a dar todo allí (Andrea, Victoria y Paula), y la que se avecinaba no era pequeña. Allí conocimos a uno grupo de chicos de mi adorada Argentina y uno de ellos era de Costa Rica, con los que anduvimos bailando toda la noche.

Al mismo tiempo que peleábamos con el de seguridad, porque… ¡!HABÍA UNA PISTA CON LUZ EN EL SUELO!! Pero no se podía beber ahí así que uno Tomy y yo nos dedicamos a enfadarlo. Y menos mal que Tomy iba acompañado de Santi, porque la vuelta al hostel se hizo dura para alguno.


En resumen, no vamos a entrar en más detalles que los que estuvimos allí conocemos, fue una noche muy distinta, de esas que nunca vas a olvidar.

Jueves

Por la mañana, que era más tarde que mañana, tocaba unos de los lugares más especiales de la isla de Oahu, Hanuma Bay, una bahía formada por la erosión de las olas de una de las paredes del volcán, es decir todo el arrecife que hay era el circo del volcán, una bahía dentro de un volcán si si. Imaginaos.


Allí conocimos a una pareja de argentinos trotamundos con los que compartimos un día muy bueno.


Bueno después de pagar (es un área protegida) y de ver un video que nos explica que hay y como se formó pudimos admirar la bahía con nuestros propios ojos. Lo mejorsito era que teníamos equipo de snorkel, go pro y muchas ganas de nadar y rebozarnos en la arena.


Buceamos por gran parte del arrecife, estaba muy calentita el agua y las típicas imágenes de peces de colores, pues eso es lo que vimos. Estaban tan acostumbrados a la gente que ni se asustaban.


El que mas me sorprendió fue uno que era del tamaño de mi cabeza y cuando comía hacia un ruido como si estuviese comiendo una piedra. Era gris con unas rayitas amarillas.


Volvimos temprano así que paseamos por las tiendecitas del paseo y tras hacer la cena shareamos historias con la gente que habitaba en el hostel like us.

Viernes

Ultimo día y fuimos a la playita a tomar nuestros ultimos rayos de sol (creo) y a la tarde noche tras recoger todo visitamos el downtown Honolulu. Una pateada increíble metidas por el medio de la ciudad.


Vimos el Palacio Iolani, si no recuerdo mal era el palacio para la princesa. El Honolulu Hale y la Aloha Tower al lado de la universidad de Hawai (en una universidad así yo estudio todas las carreras que haya).


Llegando al final de nuestro viaje fuimos a probar la comida típica de allí a un lugar bastante curioso donde el arroz hacía de plato principal de nuestra cena, nos hicimos una foto con el tótem y con mucha pena nos fuimos a Los Ángeles, San Francisco y finalmente a casa Seattle.


Sin duda las mejores vacaciones que podía haberme imaginado, buena gente y mejores paisajes.