jueves, 30 de noviembre de 2017

Maños de corazón por Seattle

Miércoles 15, tras irme de excursión con el cole, me dirijo a buscar a una visita muy esperada Carlitos el catalán viene  a Seattle de vacaciones. Después de no vernos en un año y pico, nos reencontramos en el otro lado del mundo.

El plan del día es que el jet lag no llegue a afectar, así que qué mejor que un poquito de turisteo por downtown, y el pike place market, lugar que seguro iba a enamorar a Carlos, y si no creo mal así fue.
Para hacer más tiempo fuimos a ver el Hard Rock Café y lo acompañamos de unas cervezas, futbolín, pin pon, bolos de mesa… no esperábamos que fuese a ser tan completo el Hard Rock de Seattle. Y mientras entre trago y trago nos poníamos al día y Andrea comprendía nuestra vida del pueblo.
Para cenar qué mejor que ir al Unicorn a comer bien de fritos americanos, quinoa frita, nuggets y una corn sausage (para quien no lo sepa es la salchicha esta que está envuelta y pinchada en un palo, muy típica de películas).

Mientras esperábamos a Miqueas (ya no será más el andaluz…) calentamos la mesa de pool (billar).  Aunque Andrea y yo no ganamos mucho, si que fuimos las reinas de las trampas, seguro que sin ellas les hubiésemos dado una paliza. Y nada poco más entre cerveza y cerveza ya nos fuimos a casa que teníamos que descansar.

Jueves 16, tras pasar toda la mañana en el colegio, fuimos Andrea (después del plantón que le dieron con la particular), Carlos y yo a visitar un grow shop, ya que aquí la marihuana es legal y queríamos cocinar un brownie con ella.
Allí vimos que para qué cocinar si podíamos comprarlo ya hecho. Así que tras la compra llamamos al chino y sentados alrededor d la tv (como en Big Bang Theory) nos pusimos a ver películas españolas y a cenar.

Ya nos habíamos comido el brownie y a mí me empezaba hacer efecto, un efecto por cierto malísimo. Mi cuerpo empezaba a pesar y no era capaz ni de servirme mi propia comida. Mientras,  Carlos me animaba diciéndome que vaya envidia le daba, y que estuviese tranquila que eso no era un blancazo, lo cual pues me tranquilizaba. Al rato te acostumbras y viendo pelis malas españolas todo se pasa.
Tras esta nueva experiencia volvimos a casa a descansar que la semana aún tenía un día más de clase.
Viernes 17, tras la Read a thon disfrutando de el día del pijama, en el que Carlos nos acompañó y me ayudó a contar una improversion de San Jorge y el Dragon fuimos a buscar comida al market para hacer la cena y pasear. Cenamos bogavante con verduras que cocinó chef Carlos con ayuda de Maria la pinche.

Calentamos un poco el cuerpo en casa y fuimos al punto de encuentro con varios de nuestros amigos de aquí. Entre cervezas y chupitos Carlos y Miqueas desaparecieron, encontrando una sala con guitarras.

Y allí que fuimos, mientras Carlos se dejaba el dedo  tocando la guitarra el resto intentábamos cantar o colaborar. A lo que nos dimos cuenta nos estaban echando del bar y ya no nos querían servir más copas por no dejarles propinas (como si a nosotros nos lloviese dinero).
De ahí marchamos a nuestro querido Sarajevo, pero dj Carlitos esta vez no estaba, y además había un montón de gente que no te dejaba ni moverte. Aun así esperamos a que cerrara para irnos a casa.

Sábado 18, llegaba Ana así que fuimos Carlos y yo a recogerla a chinatown como buenamente pudimos.
El sábado conocimos el waterfront, nos subimos a la noria, y fuimos andando hasta el Space Needle, donde habíamos quedado con más gente para pasear por esa zona.

Nos encontramos tirados en el suelo y decidimos acercarnos a ver más de cerca la aguja espacial. Una chica de Bellevue, nos contó que se podía subir gratis, si íbamos por las escaleras, así que mientras unos valientes e intrépidos aventureros nos apresuramos  a buscar las escaleras, el resto se fue a tomar unas cervezas a un cálido y acogedor lugar.

Finalmente, bueno, acabamos todos en el lugar de las cervezas, porque subir andando no se podía, nos dijeron que jamás se había podido. Así que lo dejaremos como una hazaña que no ocurrió, pero que nos ilusionó.
La noche fue tranquila, no podíamos con nuestras vidas, así que decidimos ver peli mala, cena mala y pronto a la cama. El domingo ya despediríamos a Carlos como se merecía.
El domingo ya teníamos fuerzas para ir de paseo al Discovery Park.

De camino en el uber, la señora muy maja entendía lo que buenamente podía cuando le preguntábamos acerca de los Bear (osos) y no la Beer (cerveza). Las repuestas que nos estaba dando eran un tanto extrañas, pero como tampoco es que nos entendamos maravillosamente cuales nativos. Pues hasta que no nos dijo que podíamos comprarlas en la gasolinera y esconderlas no vimos razón alguna para entender que no nos había comprendido.

 Una vez llegamos al medio de un descampado con casas militares abandonadas fuimos campo a través cuales pueblerinos en su salsa buscando el maravilloso lugar que era Discovery Park, ese recóndito bosque y playas del que nos habían hablado tan bien.


Gracias a un corredor italiano que nos localizó por nuestro peculiar acento y basticidad maña, localizamos el inicio del sendero que nos llevaba al faro del parque y a las playas con conchas tóxicas.

A la hora de comer a casa un buen plato de pasta con de todo, y a la tarde paseíto y concierto Irlandés en un pub Irlandés, estaba claro.

La noche la pasamos en casa de un amigo que vive en downtown y tiene un lugar en el que podemos beber, escuchar música y observar Seattle de noche y desde lo alto. Poco  a poco la gente fue desapareciendo, y nos quedamos solo 5, que continuamos con la fiesta en un bar de moteros y rockeros muy cool, al puro estilo grunge.

Lunes de resaca lo dedicamos para hacer las pertinentes compras de recuerdos y para descansar, que pronto todos nos encontrábamos con diversos largos viajes, y una excursión a Vashon Island.

El martes pusimos dirección la isla, Miqueas, Carlos, Ana, Andrea y servidora; el gps estaba un poco perdido pero tras recorrernos medio Seattle, logramos encontrar el embarcadero.

El equipo orca nos había recomendado varios rincones de la isla. El primero era el faro, lugar en el que se mezcla el bosque y el mar haciendo de éste un paraje único y encantador. Allí lo chicos intentaron experimentar con troncos de árboles caídos, mientras Carlos intentaba medir la profundidad del agua con un tronco, Miqueas se dedicaba a intentar partir un tronco haciendo palanca. Tras recorrer la orilla de la playa del faro, retrocedimos por el sendero que atravesaba el bosque hasta llegar a Lola (la pick up que nos iba a acompañar durante la siguiente aventura).

Nuestra segunda parada fue una playa donde muchos patos estaban esperando a que saliese del coche para volar delante mía. Mientras debatíamos si los hilillos blancos eran patas de calamar o algas, Andrea se dedicaba a tirarme todas las conchas y piedras raras que me iba encontrando y le daba para que me las guardase.

Tercera parada en la isla, a comer la mariscada, a no que eran frutos del mar a la americana, es decir frito, al chef las ostras no le convencieron. Así que no lo esperen en su próxima carta.
Última parada Sunbeach, la playa para ver la puesta de sol, aunque estaba nublado fuimos allí a intentar verlo ya que era una recomendación. La puesta de sol no la vimos, pero Miqueas con sus brillantes ideas encontró unas carretillas y un paseo entablado, así que muchos sabréis como continúa no? primer turno Andrea, segundo yo.

De ahí el intento de hacer foto grupo y vuelta para casa, que al día siguiente se nos avecinaba un día triste de despedidas.

No sin antes comenzar a ver "Stranger Things" con fueguito y buena compañía.
Miercoles, pues que decir, recogí a Carlos con Lola, recogí a Andrea, cargamos la Lola y rumbo aeropuerto y seguidamente MOUNT RUSHMORE!
Gracias Carlos por tu visita, nos bebemos en Aguarón!!! 
Ana nos bebemos en Texas!!!!

domingo, 26 de noviembre de 2017

Con la familia Pepita en Portland

Para celebrar el día de los Veteranos, en la escuela nos dan fiesta. Así que mi teacher Pepita me invitó a pasar el fin de semana en Portland con su familia.

El viernes a la mañana salíamos todos juntos en hermandad hacia nuestro destino., el viaje fue amenizado por una entrega exprés del módulo dos de Amity (me confundí por unas horas solo, pero lo entregue al día siguiente). Cuando ya lo terminé vimos boxtrols y jugamos a completar la frase poniendo en los huecos palabras usando el orden alfabético:
·       Me llamo princesa…. Vengo de…. Mi animal favorito es…. Mi comida favorita es… y al príncipe le voy a regalar….


Una vez llegamos a Portland, dejamos todo organizado y nos fuimos a cenar y pasear. Allí cené, ojo que no os lo creeréis, un bocadillo de pavo con mermelada (evidentemente por confusión, que esas mezclinas a mí no me van).

En el mismo restaurante encontramos el juego del viaje, era como una petanca sobre la mesa, en todas las partidas la Pepita menor nos daba serias palizas, pero con Pepita mediana tuvimos casi l partida ganada.

De ahí pronto a la cama que el sábado prometía mucha diversión en el museo de los niños!
Yo me esperaba un museo de ciencias para niño o de curiosidades o de historia o de aviones pero un museo para niños pero claro, era el museo de ellos. ¿Y qué es lo que les interesa? Está claro que jugar. Así que este museo son todo salas de juegos que cualquier niño quisiese probar, había una zona de construcción, de escalada, de fontanería, de creatividad, maquillaje, títeres, circo, y cómo no un súper, en el que Pepito se propuso intentar ordenar semejante desorden, pero con tanto niño emocionado por jugar la tarea se le dificultaba.

Tras agotarnos durante la mañana haciendo el payaso, maquillándonos, y jugando, fuimos a reponer fuerzas a un restaurante judío donde ya no me acuerdo que comí, pero estaba buenísimo.

Allí teníamos a unos hispanohablantes al lado nuestro, y no sabíamos de donde eran. Tras un rato haciendo apuestas sobre el origen y la profesión que estos tenían. Pepita decidió preguntarles.
Entre todas las apuestas que habíamos hecho, no dimos una, solo que tenían algo que ver con la música. Ellos vivían en Seattle y estaban en Portland para visitar un bar de baile de bachata, al cual nos invitaron a ir.

Para hacer bien la digestión, mientras  Pepito cambiaba libros en la mega librería de Portland,  nosotras fuimos de compras y a pasear. Mientras Pepita buscaba lo que quería, Pepita mediana y yo jugábamos a ponernos zapatos  y todas aquellas cosas llamativas que de normal no encuentras.
Un día agotador que terminamos en la cocina del hostel bebiendo ilegalmente vino, tapándolo como si fuese un plan nuclear.

No fue esta la única anécdota durante la cena, mientras comíamos las exquisiteces que Pepito había preparado para todas nosotras, aparecieron  unos chicos holandeses a los que Pepita mandó encender el fuego de la terraza. Tras ellos apareció otro muchacho con el que Pepita quería juntarme, resultó ser chileno y nos entendió lo que hablábamos sobre él.

Como había perdido una apuesta con Pepita le debía una bebida, así que cogí dos vinos y nos fuimos al fueguito y allí conocimos a los holandeses o alemanes (un tanto flipadillos) y al chileno y su amigo de California.

Cuando nos echaron del fuego tomamos algo más Pepita y yo y luego nos unimos con los muchachos. Fuimos a beber a un brewery, donde una copa de vino cuesta como una botella. Y después a jugar a la petanca de mesa.


Sobre las 2 llegábamos a dormir, así que el día siguiente fue más light, o eso creíamos. Al final recorrimos el Washington Park casi enterito y tras comer nos fuimos a casita, que el día siguiente era día de escuela!!

viernes, 10 de noviembre de 2017

Halloween

Una de las más esperadas citas viviendo en EEUU es ni más ni menos que la noche de Halloween.

Durante mucho tiempo se prepara esta noche, y hay como dos puntos clave antes de la gran celebración.
Lo primero es ir a recoger calabazas, lo cual nosotras no hicimos porque no tuvimos oportunidad. Los americanos van a granjas con campos llenos de calabaza y escogen las suyas. Además de calabazas en muchas de estas granjas hay laberintos con maizales y animales.

La segunda parte es decorar la calabaza, limpiarla, recortarla y ponerle una vela dentro. Y eso sí que lo hicimos Andrea y yo, junto con nuestras host familias. Nos pusimos perdidas y hartas de limpiar y separar la pepita de la carne para luego hornearla y tener PIPA DE CALABAZAA!!

Tras una tarde entretenida tocaba la noche, aunque la noche sea el 31 de octubre, los jóvenes se disfrazan el fin de semana anterior  y se van de fiesta, sin que nadie les reconozca.

Y cómo no, nosotras también fuimos a una. Cristina de Bellevue nos invitó a la house party de un amigo de su amigo.
Ante de la fiesta el making of, dejaba grandes estragos y una gran cenota con vinos varios disfraces, unos buenos huevos rotos al spanish style (porque como en casa no se come en ningún lao).
Al rato nos juntamos con Ilyas, y en menos que canta un gallo nos plantamos en la casa del amigo del amigo con toda la tropa de Bellevue y de Wallingford (para los que no lo sabéis son barrios de Seattle, de lo más chic).

De la noche qué decir, se nos dio muy bien, dj María se puso en cabina expulsando a todos los móviles que intentaban interceptar nuestras latín canciones, esto nos costó un par de broncas en inglés que supimos reconducir diciendo que no sabía español (la intención de Mique, el andalus, era buena traduciéndome, pero es mejor hacerse la “española”).

Este mismo método lo utilizamos para ir al baño de los chicos ya que el de las chicas quedaba muy a desmano. Baño en el que suerte que no había luz, porque no quisiera saber que había ahí.
La casa era grandotilla y en una putivuelta de reconocimiento vimos un cuarto cerrado, a lo que Elda de Bellevue nos contó que le encantaría pillar a algunos chuscando en un cuarto. La oportunidad estaba allí, así que abrió la puerta y…. nos fuimos corriendo por si acaso.

Como no, no podía faltar una mesa de beer pon en la casa americana, era tal y como salen en las películas. Y como no, tuvimos que jugar, dos teams el andalus y yo y Andrea e Ilyas. Supongo que como muchos me conocéis sabéis que gané (y también que con trampas claro), lo importante es que la última bola la encesté con el vaso en movimiento. Y también es importante lo bien que lo pasamos, tenía a la pareja más cool, con la que rebuscábamos por los sofás y el suelo las pelotas que Andrea tiraba con toda su fuerza cántabra. En una de esas búsquedas nos sacaron un condón y dijeron, ¿Es esto lo que buscáis?

Ah y me olvidaba, pobrecico el andalus, que le engañe y le hice llevarse un billete de 100 falso, porque “era de verdad, y no podía dejarlo allí”.
Por lo que veis, la noche se nos dio bastante bien. Al igual que la noche de verdad de Halloween. Para ella Andrea y yo fuimos a Wallingford a ver el Halloween de allí con barril d cerveza, chucherías y cine al aire libre.

Tras ponernos hasta arriba de dulce y albóndigas, nos fuimos al Karaoke a partir la pana! Y la partimos del todo, dejamos al bar boquiabierto con nuestra infalible Macarena, (no bailó ni cantó nadie, solo un hombrecillo que era el alma de la fiesta).
También allí hicimos (Fabi), unos amigos americanos con los que aprendimos y enseñamos nuevos juegos de beber, el de ellos era elegir un vaso de chupito en el que o había agua o vodca o delicias.
Así ya en resumen, Halloween da más miedo por el alcohol que se destila que por la oscuridad de las casas.


Esperemos volver a repetirlo otro año, esta tradición de beer pon y karaoke ya no se pierde.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Snow Lake

Tras una noche de sábado movidita por la fiesta de Halloween, a la mañana siguiente al sonar el despertador, tanto Andrea como yo, comenzábamos a arrepentirnos de haber quedado para hacer hike.


A una hora de distancia comenzaba nuestra ruta, en la estación de esquí Alpental. Los colores del otoño decoraban los árboles y los paisajes del este de Seattle.


Al llegar enseguida pusimos marcha en un camino sin pendiente y agradable entre el bosque. La ruta tiene un total de 7,2 millas (12km)  y no sé cuántos pies, pero vaya que parecía moco de pavo hasta que apareció la gran pared.


Entre mi cuerpo torero, y el sol encima los mareos empezaban a asomarse, pero enseguida en media hora ya llegábamos a la sombra y allí mi vida volvía a cobrar sentido.


El problema 2 empezaba, y es que al dar la sombra la nieve seguía incrustada y congelada en el suelo. No llegamos a caernos, pero  los resbalones garantizaban que éramos españolas, por los chillidos y las risas. Y es que cuando salimos de nuestra casa somos muy escandalosos.


En dos horas llegábamos al lago, fotos, picoteo y pronto vuelta que oíamos a la cama llamarnos desde lejos.


La vuelta más tranquila y sin gente la hicimos en 1:15. De vuelta un animal nos llamaba así que como no lo veíamos empezamos a imitar el sonido. Nuestro pobre amigo estaba alucinando con nosotras, yo creo que no va a querer repetir experiencia.


Al tocar coche, la tortilla salió y en menos que cantaba un gallo nos la habíamos comido y nos disponíamos  ir a casa. Ducha, siesta, cena y hasta mañana!.


http://www.wta.org/go-hiking/hikes/snow-lake-1