jueves, 22 de marzo de 2018

Olympia


Miércoles 31 de enero y por algún motivo que desconozco tenemos fiesta en la escuela.
Pepita mi profesora, no va a utilizar el coche por lo que nos lo deja a Andrea y  mí para poder hacer alguna excursión, viaje o lo que queramos siempre y cuando el jueves lo tenga ella.


Pepita mayor quiere que nos quedemos a desayunar así que antes de ir a su casa compramos los donuts recién hechos de nuestra bakería preferida y nos disponemos a ir para su casa. En el camino decidimos que lo mejor es ir a Olympia (capital de nuestro estado, que es Washington, y no, no es donde la Casa Blanca).


Con las tripas llenas y los ojos bien despiertos por el café y el azúcar nos subimos al coche y nos vamos a Olympia, tenemos el honor de que nuestra querida Pepita mayor nos acompañe en esta aventura.


El viaje transcurre escuchando música infantil en distintos idiomas, español, catalán y por supuesto inglés (me fascinó la canción de las abejas, en que la tenga la cuelgo).


Lo primero que vimos fue el Priest Point Park, un parque enorme lleno de árboles perennes y gigantes a su vez, en el que te adentrabas a un mundo mágico. Conforme lo recorríamos chillábamos y brincábamos cuales locas de la colina.


El parque termina en una playa, que cuando fuimos estaba fangosa, y nuestra pobre Pepita mayor quedó atrapada por las feroces fuerzas de esas arenas movedizas.


Nuestras tripas rugían así que por qué no tomar algún snack, ver el Capitolio y antes de volver buscar un sitio para comer.



El Capitolio era increíblemente precioso, tenía unas vistas de la bahía increíbles (estropeadas un poquito por el mal tiempo, pero mejor eso que quedarse e casa un día libre), y por dentro lucía a grandioso lugar. En el centro la cara de George Washington puesta en una moneda gigante de oro.


Tras pasear llegó nuestra dificultad, teníamos hambre y resultaba que no había nada normal para comer, así que por no entrar a un subway entramos a otro de enfrente que era peor, más caro y encima nos explicaban lo que querían.


Total que la comida más cara y más mala de todas pero bueno, que se le va a hacer, estábamos en la capi.


Prontito y con sol vuelta a casa, Pepita se quedó dormida y Andrea y yo nos pusimos a cotillear.
Como escriben mis niños de segundo grado EL FIN.

Christmas Trip (Part 4 Vegas y Gran Cañón)

Día 10 (25 de diciembre)
Tras pasar la noche con cagalerillas en el váter del motel, para celebrar así la nochebuena. Por San Diego y por el centro, después pusimos rumbo a Las Vegas.
El camino fue entretenido por historias, cabezadas y buena música (sin duda tenemos el pincho con la mejor música para los viajes). Y menos mal a eso, porque el paisaje a pesar de ser la mítica ruta 66, dejaba mucho que desear, desierto y más desierto (hablamos de Arizona).


De camino queríamos parar en un típico café de carretera en el que las camareras te sirven grandes platos de pancakes con sirope en patines. Y llegamos a uno totalmente peculiar Peggy Sue.


La música sonaba fuera pero no conseguíamos encontrar la entrada, hasta que caímos “oh claro, es el día de Navidad” estando de vacaciones se pierde la noción del tiempo y de los lugares que pueden o no estar abiertos.


Tras nuestro fail, fuimos directamente a Las Vegas ya que tampoco podíamos demorarnos mucho porque Fabi nos abandonaba.
Fabi nos había repetido mil veces que Las Vegas nos iba a enamorar, yo no lo tenía tan claro y me parecía que allí íbamos a estar más tiempo del necesario, pero bueno ya estaba planificado.


Al llegar dejamos todo en el Hostel, y fuimos al cartel de Welcome to Las Vegas.
Bueno qué decir de Las Vegas, a Fabi le encantaría pero para mí es el mayor fail de la historia. Los hoteles parecen fallas de cartón duro y pintado a laca, por dentro decían “oh, es como estar en Venecia” o “oh, es como estar en París”, se notaba que habían viajado poco.


Lo bueno de los hoteles es que eran muy distintos y si os gusta el cine, siempre te acorabas de una u otra película allí rodada.
A Fabi le quedaron dos hoteles por ver la ultima vez que estuvo, así que fueron los que vimos ese día. El Bellagio y el Venecian.


Tras la cena Fabi se marchó y Andrea y yo nos fuimos para el Hostel ya que al día siguiente tocaba madrugón.

Día 11 (26 de diciembre)

Madrugón al canto pero estábamos seguras que merecería la pena. Mapas descargados, comida preparada, cámara cargada para atrapar las mejores capturas y energías a tope!!. 


Tras casi 4 horas de coche sin cobertura (no resulto ser solo cobertura, sino que cuando llegue contrate la tarjeta de prepago de la compañía más inútil de los EEUU), comparando el precio de las gasolinas (las gasolineras Love's, por lo general son las más baratas), llegamos al South Rim del Gran Cañón del Colorado.


Para los curiosos no es Colorado por el estado ya que esta en Arizona, sino porque el río que creo tan impresionante lugar se llama Colorado, también influye su influencia de roca caliza roja aunque encontramos sedimentos de todos los colores!! (Recuerdo: Cerro de los siete colores, Purmamarca).
Allí tras pagar por entrar (no recuerdo ya la cantidad), nos "regalaron" unos mapitas de lo que teníamos que ver y hacer.


En el primer punto ya comimos. No nos quedaban snacks para el coche y a lo que llegamos nuestras tripas rugían que daba gusto. ¿De comer? Podéis imaginároslo, pasta con huevo duro y sobras del  chino de la noche anterior.



South Rim tiene aproximadamente unos 20 view points (son puntos con parking donde puedes parar con el coche para observar el maravilloso paisaje). Estamos acostumbrados a ver el Gran Cañón en películas pero no somos realmente conscientes de la grandiosidad del paisaje y la impresión de estar en semejante lugar.

No sabría muy bien como describir que se siente al verlo o como es, solo me sale decir guao, o uf o increíble.



La puesta de sol la vimos en Watchtower, una torre vigía que parece construida por los poblados que antiguamente convivían a las orillas del río dentro del gran barranco del colorado, pero resulta ser una torre bastante moderna, construida para llamar la atención del turista.



Allí había unas rocas bastante jugositas, y mi cuerpo no pudo resistirse a no indagar y trepar un poco, y es que aunque cada vez vaya menos a la montaña, una parte de mi sabe que en mi otra vida debí de ser cabra.

Antes de terminar de ponerse el sol nos dimos la vuelta y volvimos al hostel, ya que tampoco queríamos conducir en la densa oscuridad del desierto de Arizona. Paramos a cenar, repostar y al llegar al hostel nuestros cuerpos solo pedían cama.

Día 12 (27 de diciembre)

No teníamos que madrugar, así que nos levantamos tranquilamente, desayunamos unos buenos pancakes con su mermelada y su cafecito para acompañar, y cuando estuvimos listas fuimos hasta El Strip (la famosa calle de los hoteles) a recorrer los hoteles que nos quedaban por ver.


Hotel Nueva York, Hotel París, Hotel de la pirámide y la esfinge, Mandalay Bay (desde una de las habitaciones en noviembre un tarado se puso a disparar a un concierto), como no el Flamingo… y todos sus casinos en los que teníamos que apostar al 5 rojo (en honor a mi amigo Jose, un saludo Jose).


Caminamos y caminamos, porque todo es de unas dimensiones increíblemente grandes. A la tarde decidimos que lo mejor que podíamos hacer era ir a descansar y arreglarnos para darlo todo por la noche.


Pero no fue así, fuimos al Stratosphere Tower, un edificio en cuyo tejado tiene tres atracciones vertiginosas en las que sientes que tu vida acaba en ese mismo instante. Allí para hacer más amena la cola nos hicimos amigas de unos mexicanos que a la noche igual se nos unían.
Habíamos contactado con una RRPP que nos había metido en una discoteca por la entrada VIP y con 3 copas gratis por cabeza.


La noche de las Vegas, se queda en las Vegas y quien tenga mucha curiosidad que me invite a una cerveza que dudo que se me pueda olvidar.

(28 de diciembre)

Al día siguiente no madrugamos, nos levantamos con la calma, desayunamos y decidimos bañarnos en el jacuzzi hasta que nuestra piel se nos cayese a pedazos.


Aquí nos acompañó nuestro amigo Daniel de Valencia, y es que lo bueno de los hostels es que conoces a muchos viajeros intrépidos como tú que lo que buscan es conocer y pasárselo bien.


Mientras nuestras pieles se reblandecían, decidíamos que lo mejor que podíamos hacer era ir a Fremont Street a ver la calle de luces de Las Vegas, pero para ser la calle de las luces, bastantes estaban fundidas, los típicos imitadores de Elvis Presley por ahí andaban danzando.


La verdad que lo bueno de Las Vegas es que hay mucha música por allá por donde camines, pero por lo demás a mí no me engañan. Demasiada americanada.


Bueno algo que está genial es que apostando un dolar en un casino te pagan la bebida que tu quieras, y ya si tienes la suerte de Daniel, te tocan casi 100 dolares o más, ya no me acuerdo.


A la noche antes de cenar no podíamos perdernos el espectáculo de agua de la fuente del Bellagio y tras cenar a la camita pronto que nuestro vuelo salía temprano.

Christmas Trip (Part 3 Los Angeles y San Diego)


Día 7 (22 de diciembre)

Ya la noche anterior antes de salir, habíamos conocido a bastante gente en el hostel, entre ellos un vasco, que estaba haciendo la temporada de corta de marihuana, Miquel aventurero solitario dispuesto a conocer gente y transmitir felicidad y Abbas judoka también dispuesto a compartir buenos momentos.


Durante la mañana mientras preparábamos el desayuno conocimos a Miquel, quien quería ir a algún lugar lleno de turistas para ganarse un dinero extra antes de finalizar su viaje. Como nosotras íbamos al Observatorio Griffith y a él le parecía el lugar perfecto para sacarse un dinerillo nos acompañó.
De camino al coche tuvimos una pequeña sorpresa que se queda entre los que allí estábamos (pero quería deciros que algo nos pasó).


No recuerdo por qué motivo el aparcamiento era gratis así que aparcamos lo más cerca que pudimos y nos acercamos a observar LA desde arriba.



La verdad que es una ciudad que nos defraudo bastante, para tanta fama que tiene es de las más feas que hemos visitado hasta ahora, y el skyline que tiene no es ni alucinante, menos mal que esta el Paseo de la Fama y el cartel de Hollywood.



En el observatorio Andrea se hizo amiga de una señora muy peculiar (vean foto), y cuando consiguió esquivarla fuimos a dar la vuelta al observatorio buscando poder ver un telescopio, y con nuestro gozo en un pozo y tras muchas fotos, marchamos a acercarnos al cartel de Hollywood para verlo "de cerca".


El GPS no nos guiaba así que seguimos un poco de nuestra intención, ¿Y dónde llegamos? pues al mismo sitio desde donde partíamos. Ah y se me olvidaba comentar que Miquel decidió acompañarnos durante todo el día.


Como no conseguíamos encontrar el cartel fuimos a ver el paseo de las estrellas a ver a quien o quienes nos encontrábamos por allí. Pero la tarea de buscar aparcamiento no parecía fácil, así que entramos a un mercado donde había aparcamiento y preguntamos. El precio era de $10, y Miquel se ofreció a pagarlo ya que le estábamos llevando gratis. 


Entramos a comer y no sabíamos donde estaba Miquel, total que aparece y detrás del segurata y le devuelve el dinero diciéndonos que no nos preocupásemos que él nos vigilaba el coche gratis. Miquel había estado hablando con él, y es que el chico caía muy bien desprendía tanta felicidad y optimismo hacia la vida que cualquiera le regalaba una sonrisa o una buena acción.


Miquel nos invitó a probar unos postres turcos que desconocía pero que estaban reamente deliciosos (tengo que encontrar el nombre) era un hojaldre de miel y especias que buuf, de pensarlo segrego saliva y mi estómago ruge.


Tras llenar el estómago ya podíamos continuar con nuestro día, y como hacía bueno, si teníamos tiempo tomaríamos una cervecita en una terraza (el sueño de Andrea durante todo el viaje).
Del paseo que decir, me lo pasé todo el rato leyendo en alto los nombres de las estrellas y eran tan raros que a veces no me daba ni cuenta de que a quien leía era alguien a quien conocía o me sonaba de alguna película o así. Andrea y Fabi enredaban a andar más rápido para que no me diese tiempo a leer y Miquel a su vez me corregía, se reía de mi acento y si me olvidaba a alguien me hacía volver atrás.


Al llegar a Donald Trump dimos la vuelta y volvimos a encabezonarnos a ver el cartel de Hollywood de cerca (para entonces ya había encontrado un foro donde poder sacar las mejores fotos “3204 Canyon Lake Drive Hollywood, CA 90068”). Así que cuesta para arriba y cuesta para abajo encontramos el cartel, aparcamos y fuimos a fotografiarnos cuales estrellas de circo.


La noche también prometía, salíamos de fiesta y antes íbamos a beber en el jardín del hostel ya que la dueña nos dejaba estar allí e incluso llevar amigos. Mientras bebíamos nuestro circulo cada vez era más y más grande con la gente del hostel que al oír música y barullo salían a unirse a nosotras, pero pronto la dueña del hostel nos mandó callar. Así que nos fuimos a bailar a un bar de “música latina”.
Estábamos en la guest list pero aun así el aforo estaba completísimo y nos dieron problemas para entrar. Menos mal a que Fabi tenía unos amigos nuevos del hostel que estaban dentro y salieron a buscarnos con motivo de que estábamos celebrando un cumpleaños, pero tenían que venir más amigos de Seattle y no confiábamos que pudiésemos entrar tantos.


Mientras llegaban vimos que el panorama no iba mucho con Andrea y conmigo (Fabi estaba en su salsa), solo sonaba salsa y en el recorrido de la puerta al baño nos tocaron una media de 5 veces el culo a cada una, además que no podíamos respirar de la cantidad de gente que había, por lo que decidimos salir fuera a esperar y buscar un lugar mejor.


Pero no fue esa la suerte que tuvimos, Cristina (Bellevue) encontró un lugar en el que ponían música pop y latina pero comercial. Y así era durante la primera hora, después solo sonaba música de los 80 americana que no conocía ni el tato (estábamos solos en el bar y el dj ni aun así nos quería poner la música que nos gustaba), pero bueno pasamos la noche (Fabi que decidió quedarse pasó la noche de su vida, en el hostel nos contaría).

Día 8 (23 de diciembre)

Nos levantamos por la mañana y habíamos quedado con los otros Amities de Wallingford en Venice Beach. Ese día nos acompañó otro huésped del hotel, Habas (judoca parisino) que por un error en el billete se quedó en el hostel más días de los esperados. Esa mañana no sabíamos dónde estaba Miquel así que salimos sin él.


Al llegar a la playa a mí se me metió entre ceja y ceja (para eso soy maña) que quería una pelota para jugar en la arena y entrar en calor para darme un chapuzón (me deje el bañador en el coche así que al final no hubo chapuzón).


Costó encontrarnos con nuestros compatriotas de seattlelites, pero luego pasamos una buena mañana jugando con mi pelota (que nadie quería, pero luego bien que nos entretuvo), compartiendo que no nos podíamos perder (ellos hacían el viaje al revés que nosotras) y, en bici.


¿En bici? Sí, alquilamos unas bicis para pasar la tarde e ir al muelle de Santa Mónica a ver la puesta de sol.


Con las bicis no tuvimos mejor idea que pasear por “Venice Canals”, un barrio histórico de Los Ángeles, en el que las humildes y modestas casas (nótese mi ironía) estaban rodeadas de canales de aguas y pequeños barcos que en ellas flotaban.


Con las bicis no tuvimos ningún problema, excepto Fabi, aún no sabemos si es que no sabe ir en bici o que realmente la bici no funcionaba, fuera lo que fuese la pobre acabó llena de arañazos, grasa de la cadena y por un momento temimos por su vida al final de una cuesta en la que los frenos dejaron de funcionar (y aun tampoco sabemos cómo) por lo que su único modo de parar fue el derrape.


Tras ver los canales nuestras tripas rugían. La comida de chiringuito de playa, sentados en la arena, la acompañamos con la vista al horizonte (y a un señor que iba caminando siempre al mismo ritmo  entro en el agua como si no hubiese agua y salió de ella caminando como si nada hubiese pasado, y telita al fresquillo del agua y al airecillo que soplaba.  



Todo iba bien hasta que las gaviotas vieron que teníamos comida y empezaron a acercarse sembrando el caos en nuestro grupo por parte de alguna de las chicas con las que estaba.
Cambiazo de ropa y a ver la puesta de sol al muelle de Santa Mónica, los chicos de verano azul seguro que nos envidiaban, todos en fila recorríamos el paseo de la playa hasta llegar a un gimnasio en la arena (típico americano) donde los músculos muchachos entrenaban para poner a punto sus músculos.


El muelle era una gran feria llena de atracciones, y la atracción con más audiencia sin duda era, la puesta de sol. Así que tras un ooooh cuando el sol se metió y aplausos mil de los americanos que parecía que era algo antinatural que jamás habían visto, echamos a correr porque nos quedábamos sin luz y el paseo no estaba iluminado.


A mitad de camino paramos a buscar algunos suvenires, y Fabi como no a comer helados!!
Despedidas y a casa a descansar que al día siguiente tocaba coche.


Día 9 (24 de diciembre)

Ponemos rumbo a San Diego, pero durante el camino hacemos varia paradas, entre ellas en la segunda mejor cosa del viaje que fue La Joya Cave.


La primera parada la hicimos en Black Sand, esta parte de la costa está formada por unas bardenas de tierra en lo alto de una colina blanca, pero con una curiosidad, y es que descendiendo la cantera aparecen pequeñitas calas de arena negra, preciosa. Cada día me asombra más la caprichosa formación de la tierra y por lo tanto del mundo.


Allí la parada fue rápida, ya que nos costó un poco acceder puesto que nos metimos por un camino de tierra que parecía que estuviésemos en alguna atracción del Pier de Santa Mónica.


Segunda parada (y ya fue donde comimos) fue La Joya Cave, un lugar en el que los pelícanos y los leones marinos conviven juntos en un entorno costero y rocoso donde el olor a mar me recordaba al lugar donde crecí.


Mientras comíamos, mi familia estaba comenzando a cenar, todos juntitos hicimos un skype, primos por aquí tíos por allá, la abuela, la madre, la hermana, el padre, todos diciéndome lo bien que se lo pasaban…
Para comer, nuestra comida preferida que es: pasta con huevo duro.



Para hacer la digestión caminamos por el paseo, y de repeente una peste nos invadió, EL PIS DE LOS LEONES MARINOS ES REALMENTE ASQUEROSO, para todo el mundo menos para Fabi que tuvo la valentía de acercarse a ellos para conseguir la mejor foto.


Mientras Andrea y yo andábamos averiguando cuevas en una pequeña cala cercana y mojándonos los pies en esa agua tan helada.


Tras unas cuantas fotos, vuelta al coche, siguiente parada Balboa Park en San Diego. Un parque espectacular donde los haya con una estructura colonial, y mucha influencia española.


Una de las partes del parque, la más bonita para mi gusto, fue el patio de los talleres, una pequeña villa de talleres chiquitines llenos de color, luz y mucho pero mucho arte.


Tambien allí había un lago, un invernadero, anfiteatro, torre… no sabía si estaba en EEUU o una pequeña ciudad de México.


Nos sobraba tiempo y queríamos ver la puesta de son en un sitio especial, así que fuimos hasya  Pacific Beach, allí paseamos un poquito y directamente tiramos a cenar algo especial en el Downtown de San Diego, y coronar un rooftop.


Nuestra elección fue comida Thailandesa, la cual no me dejó pegar ojo durante toda la noche, y el rooftop The Nolen.