domingo, 24 de diciembre de 2017

Dulce y cálida Navida

Y llegan las Navidades, y aunque cuando estoy en España trabajo en el pirineo, siempre bajo los dias importantes para celebrar y juntarme con mi familia.

Este año es distinto, ya no son 5 horas de coche y trabajar al día siguiente sino 14 horas de avión y ni sé cuanto dinero.

Así que me toca pasarlas lejos. Pero no importa porque se que ellos van a estar ahí, en Nochebuena deleitandose con el manjar de la Tati, su famoso picadillo que siempre deboramos, o los postres de mi prima Paula, o mi alergia a los gatos. Este año se juntan todos así que el rango de edad va de 4 años hasta los ni sé cuantos tiene mi abuela ya.


En nochevieja seguro que está mi abuela llorando y llamándome, y podré escuchar las frases de "Coger el mando" "Las campanadas en la 1 que está Ramón García" "Qué o mejor la 5 que la Pedroche este año no lleva vestido" "Quién se ha comido el último trozo turrón de piña" (la tía Pili, siempre tiene más escondido), las trufas del Sergio, los gorros y confeti tirados por el suelo, el festín de champan...


Y es que tengo una familia gigante! cada uno de su madre y de su padre, pero estas Navidades más que nunca os echaré de menos!

Y no solo familia, los amigos tambien forman parte de estas fechas, las cena con las Porkis, las cervezas en el discobar antes y despues de ver el Papa Noel (Y averiguar quien es este año) con la chupipandi. Los desayunos en el jardín donde reponemos todas nuestras energías para comenzar un buen día.

Aunque de esto no tenga foto, mi cabeza es capaz de recrear todas las situaciones y momentos que vivo en estas fechas.

Estas fechas que viene son difíciles para todos pero siempre hay gente que comparte su tiempo contigo y por ello estoy agradecida  a toda la gente con la que me estoy encontrando en este viaje, porque sin ellos estas Navidades no serían tan especiales.


Os quiero familia! Afortunada sería poco para describir como me siento con la gente que tengo siempre rodeandome.

California no es mal destino para estas fechas.

Y no me iba a olvidar de tíííí! Muchas felicidades!!!! Te deseo lo mejor porque te lo mereces!!!

De jóvenes flacos y morenos :D





sábado, 16 de diciembre de 2017

pUNk RocK FleA mARkeT

A lo largo del año, el marido de Pepita se encarga de montar un mercado Punk Rock para recaudar fondos, cuya finalidad es construir hogares para gente sin techo.


Nos habían hablado muy bien de este mercado, pero nunca nos habíamos imaginado algo tan punki y alternativo. En que supimos sobre el mercado sabíamos que queríamos estar allí ya fuese comprando, ayudando o vendiendo, que fue lo que finalmente hicimos.


Nos ofrecieron una mesa para poder vender a cambio de que si podíamos colaborásemos como voluntarias. Nuestra especialidad fueron las tortillas de patata y el queso manchego.
Vayamos por partes.
El viernes tras la escuela y los tutoring (clases particulares, que aquí son muy chic), nos pusimos a hacer ni más ni menos que la cantidad de 20 tortillas de patata. El trabajo lo realizamos en cadena: pelar patatas, limpiar, cortar, freír, batir huevo, reposar, montar, meter a la cazuela…
Una vez la cadena de la tortilla estuvo en marcha comenzamos con la de cortar queso manchego. Mamá corté dos cuñas enteras de queso yo solita, con lo que me gusta! La primera cuña fue un poco improvisada porque no encontrábamos la forma en la que te salía un triángulo cuando cortabas, así que corté cuadrados.


Mientras cortaba el host hermano de Andrea no paraba de meter la mano al queso y comérselo, pero qué se le va a hacer en contra de un producto español. Para la segunda cuña ya vimos el triángulo y cortamos como dios manda, o bien vaya que es lo mismo.
Para acompañar la preparación lo acompañamos con una botella de vino blanco, que mientras cenábamos nos puso del revés (realmente yo creo que el cansancio acumulado también tenía mucho que ver).
Una vez todo preparado,  al final hicimos 15 alargando las patatas y sobrándonos más de 24 huevos, nos quedaban por hacer las manualidades. Estas las realizamos el sábado por la mañana antes de partir a nuestro emocionante encuentro.
Y llegó el sábado. Por la noche los nervios no me quitaron el sueño, ducha, desayuno y a casa de la Andre a terminar con las manualidades.


Una vez listas nos esperaban 11 horas de venta, las cuales fueron divertidas en muchos momentos y pesadas al final cuando la gente ya no tenía hambre ni dinero para comprarnos. Aun así conseguimos vender casi todo, menos la sangría (no entiendo por qué aun, pero bueno ya tenemos alcohol hasta marzo o mayo).
Marketing de ventas: muchas fueron las frases que nos ayudaron a vender, tales como “la receta de nuestras madres” “son tapas vegetarianas” (esta es de la que más tirón tuvo) o “delicioso, somos españolas y son tapas de España”, entre otras…

Allí conocimos a mucha gente peculiar a la vez que maja, salimos con muy buenas vibraciones y hasta me llevé un número de teléfono (tranquilos era gay, de hecho, me dijo que era lo más dulce que había visto, poco me conoce este).


A nuestro lado teníamos a Pepita mayor vendiendo retratos a 5 dolares, la niña es realmente buena y muchos vinieron a que les hiciese los retratos, pero claro, ella estaba por allí danzando y viendo el teatro de títeres que había.

¿Qué podíamos encontrar allí? Desde ropa de lo más vintage a todo tipo de ilustraciones, mapas antiguos, vinilos antiguos, consoladores, lámparas que era muñecos y la bombilla era la cabeza, un topo disecado, miles y millones de chapas, música en directo, dj pinchando a todas horas…
Sin duda que si se hace otro antes de irnos, nosotras allí estaremos con nuestra mesa de “Tapas to the spanish!”.




viernes, 15 de diciembre de 2017

Leavenworth

Era primer fin de semana de diciembre e hicimos doblete, salimos un poquito por la noche a celebrar un cumpe (alí tuvimos que preguntar si con el humo de las velas saltaba la alarma de incendios, no vaya a ser que acabásemos pronto y mojados con la fiesta), sin gastar nada y volviendo pronto ya que al día siguiente teníamos planeada excursión!


Par esta excursión nos juntamos Fabi, Andrea, Ilyas, una amiga de la familia de Andrea y la escritora-redactora del blog. Fuimos a alquilar un coche a downtown, y de la emoción Fabi se dio un gran trompazo cuando se quiso apoyar en dios sabe qué porque no había nada, así que el madrugón le pasó factura y le dejó moratón.


La excursión constó de dos paradas, la primera fue en Snoqualmie. Una catarata cercana a Seattle, en medio de un pueblito.


Cuando llegamos pagamos e innecesario parking, y vimos la densa niebla tapando la catarata. Fue un poco desilusionante, pero poco a poco empezó a despejar y salir el sol, hasta que pudimos admirarla en todo su esplendor y transformación.


De nuevo vuelta al coche y nos vamos a Leavenworth, una copia de pueblo bávaro construido en el medio de los Estados Unidos, y famoso por su encendido de luces y su singular forma de cuento navideño.


El camino fue de lo más bonito (aunque se nos hizo largo), los árboles estaban nevados y había un montón, el sol además dejaba ver como salía humillo del deshielo y la nieve se deshacía. Aquí ya no paré a rebozarme pero no fue por falta de ganas.


Al llegar a Leavenworth lo primero fue una guerra con la poquita nieve que cayó el día anterior, ir a dar una vuelta, comer y encontrarnos con los de Vashon a tomar unas cervezas.


La primera vuelta por Leavenworth nos pareció bastante falso el pueblo, como si estuviese hecho de cartón (como casi todas las casas de américa, pero más peor). Era bonito, pero muy poco auténtico.
Tras tomar unas cervezas fuimos al mejor sitio que el pueblo escondía, el waterfront y un parque al lado del río.  Allí volvimos a jugar con la nieve, bolazos, persecuciones, y demás cosas.


Tambien fuimos a ver los villancicos cantados y como no, aquí las mañicas deleitamos a todo el pueblo marcándonos una jota de lo más improvisada al ritmo de panderetas y  piano.


La hora del encendido se acercaba así que fuimos a coger un buen sitio. A las 8 se suponía que encendían las luces del pueblo (momento espectacular donde solo se oye oooh), pero no fue hasta las 8:30 cuando se encendieron. Tan apenas las vimos ya que lo que queríamos era apaciguar el frio con una bebida caliente.


Y a eso fuimos! A tomar una cerveza, nos la bebimos con un grupo de brasileños, amigos de una compi de inglés y vuelta para casa.


Vuelta como no, movidita, puesto que al salir a la autovía de camino a casa de repente vimos más luces persiguiéndonos que en el pueblo de que acabábamos de volver. Nuestro acojone empezó a desvariar, "Tenemos los carnets caducados", "el coche alquilado no está a nuestro nombre" "nos ha pillado saltándonos el stop" "como nos hagan la prueba del alcohol nos joden aunque solo llevemos una cerveza"... entre otras muchas más ocurrencias.

Entre el policía, que estaba de buen humor, y nosotros que acordamos hacernos las españolas que no saben inglés, salimos bienaventurados de la hazaña. Solamente nos paraba, para hacer un control rutinario porque como los americanos beben y conducen, pues para evitar eso... y como eramos españolas no hacía falta ni comprobarlo porque le habíamos dicho que no habíamos bebido.
Nos explicó que si tienen todas las luces encendidas había que parar, y nos preguntó qué como era en España, lo cual le pareció curioso.


De los días que más nos hemos reído y jugado como niños.





jueves, 14 de diciembre de 2017

Mount Rushmore

Día 1:

Tras dejar en el aeropuerto a Carlos, ponemos rumbo a nuestro viaje de Thanks Giving.


Preparado con un par de semanas de antelación y sin tenerlo nada claro. Pero hay que arriesgar y jugar si realmente queremos empezar a viajar y no sentir la sensación de que no estamos viendo casi nada.


Bueno, pues la primera parada es a Wallmart a por comida para todos los días y a llenar a Lola, la pick up alquilada, para que nos acompañe en esta locura. El problema era que al aparcar no entendíamos como se quitaba la llave, y, bueno, allí estuvimos como 5 minutos arrancando y apagando. ¿Qué pasaba? Pues que al ser un coche automático si no pones la P en las marchas no te deja sacar la llave.

La segunda anécdota la tenemos ya a los 10 minutos de comenzar el trayecto. Tenemos el asiento lleno de comida, ropa y el depósito lleno; así que ya ponemos rumbo, cuando de repente, la señora de al lado empieza a hacer gestos raros para llamar mi atención.


Total que la miro y me señala el depósito del coche: ¡bravo! ¡Está abierto! ¡Pero hasta sin la tapa! Menos mal que solo habíamos salido de la gasolinera y el semáforo estaba en rojo y pude bajar corriendo a cerrarlo.

Tras este pequeño imprevisto comienza de verdad nuestro viaje. Este primer día no paramos hasta llegar a Whitefish, donde allí una chica nos acogía en su apartamento como coachsurfing.


Nos sorprende mucho que durante el camino todas las casas están súper decoradas de navidad, incluso el pueblo de Whitefish, lugar hermoso y digno de pasear un ratín.

Al llegar al apartamento la puerta está abierta, y solo vemos a un chico. Y es que nuestra couchsurfer anfitriona no nos había comentado que tenía un roommate (y lo de roommate es literal, comparten cuarto, así que si dicen bedmate entiendo que compartirán incluso la cama).


A pesar de que estábamos muy cansadas compartimos recetas y planes futuros con nuestros couchsurfers, y luego les pedimos dormir, ya que al día siguiente madrugábamos mucho y necesitábamos descansar.

Día 2:

Amanecemos en Whitefish temprano y nos vamos a un bar de carretera a por unos cafés para llevar con los que, como no, me abrasé la lengua. Como no hacían más que huevos, decidimos untar las galletas que teníamos en el coche.


¡Y ya pusimos marcha al parque de los glaciares! Allí queríamos ir a ver el Avalanche Lake, pero la cantidad de nieve y nuestra nula preparación tan solo nos dejó poder admirar la inmensidad del McDonald Lake y el río nevado, donde resbalón tras resbalón, conseguimos acercarnos a una orilla para hacernos fotos.


El viaje era largo, así que nuestra comida de Thanks Giving fue en una gasolinera donde salía volando todo aquello que bajaba del coche. Allí compramos nuestro último ingrediente, la leche de los desayunos, que la dejamos en el maletero para que se mantuviese fría (el cuarto día se nos congeló).


Fue difícil encontrar un baño ya que todo estaba cerrado porque todos estaban de reunión familiar, pero bueno a nosotras no nos paraba nada.

Entre parada y foto sonaban temazos como “Girasoles” de Rozalén, “Princesas” de Pereza, todas de Arnau Griso, “Bastrisboy” “la isla del amor”….


Las horas de coche dan para mucho, tanto para afianzar una amistad como para romperla, por suerte la nuestra cada vez es mejor, porque nos conocemos más y bueno, aunque seamos las dos muy cabezonas, cuando hay que dar la razón, nos la damos.


Finalmente llegamos a Rigby, tras perdernos, no ver la carretera y otras anécdotas más, conseguimos llegar a la casa rentada por Frederick. No entendíamos muy bien porque había tanto carrito de golf everywhere, pero vaya; nosotras cena, ducha y a la cama, nuestros cuerpos estaban molidos. Eso sí, primero cotilleamos un antiguo álbum de fotos en el que nuestro abuelito anfitrión se veía mucho más joven y con menos cara de cascarrabias.

Nuestra cena de Thanks Giving

Día 3

Nos levantamos con el pie izquierdo las dos, no teníamos tupper así que se lo compramos a escondidas a Frederick, por 3 dólares. Le dejamos una nota con el dinero.

A salir al coche entendimos que la casa estaba plantada en medio de un campo de golf privado, de ahí la gran colección de carritos de golf.


Cargamos las maletas, la comida, vamos a arrancar el coche yyyyyyyyyyy no arranca… volvemos a intentarlo yyyyyy… no arranca. Frederick, que pasaba por ahí (nosotras teníamos su tupper pero callamos como putis) nos ofreció su ayuda, y mientras el coche se cargaba una familia de cervatillos pasaba por nuestro lado.


Con las pilas recargadas, de nuevo coche y carretera, esta vez queríamos haber parado en Yellowstone, pero estaba cerrado por la cantidad de nieve que había, así que pusimos directamente dirección Rapid City, y ya pararíamos con lo que nos encontrásemos.

La primera parada fue a Idaho Falls, un pueblo construido alrededor de unas espectaculares cataratas que surgían de mitad del río. Esta parada fue rápida, pero mereció la pena.


Tras ello, ¿Qué nos encontramos? Pues con el parque nacional Shoshone, cubierto por una gran capa blanca recién caída que Lola atravesaba sin problemas. Allí yo no pude por más, necesitaba rebozarme y sentir la nieve, ya que este año voy a estar lejos de ese oro blanco que tanto admiro.

Así que mientras unos disfrutaban paseándose por las largas explanadas y densos bosques cubiertos de nata recién caída, yo daba vueltas colina abajo (en chándal) disfrutando cual enana.


Ese mismo día atravesamos un montón de parques nacionales, como el de Targhee, Badlands que eran como el “cerro de los siete colores” de Argentina. Estos dos fueron de lo más impresionante, viajando tantos kilómetros en coche y cruzando tantos estados descubríamos paisajes uno detrás del otro, sin que tuviesen nada que ver.


Shoshone era un bosque en una montaña nevada, y cuando bajabas la montaña te encontrabas literalmente en el salvaje oeste (ese donde estaban los indios y vaqueros), y es que los pueblos de esa zona te transportaban a las películas de John Wyne, esas que mis abuelos siempre ven después de comer cuando acaba el telediario de Antena Aragón.


Dubois, era uno de los pueblos más y mejor conservados, solo faltaba la planta rodadora (llamadas capitanas) que pasan por el medio de un duelo entre sheriff y apresado o simplemente vaqueros.


Enseguida llegamos a nuestro motel de carretera, donde pasaríamos la noche. Estaba en Rapid City otra de las ciudades del salvaje oeste (y donde nos encontramos con la gasolinera más barata a 2,39 el galón, porque lo de la gasolina vaya tela…, ya os lo imaginareis vaya).


Cenamos románticamente Andrea y yo pasta con ensalada caducada, pero económica y preparamos más ensalada de pasta para comer y cenar al día siguiente (pobre de nuestras tripas, nuestros alimentos fueron a base de arroz y pasta).

Día 4

Y llegó el gran día, el día en el que nuestro loco objetivo de ver Mount Rushmore se iba a cumplir, el día más completo y con más divertimiento de todos, el día en que Andrea y yo nos planteamos el valor de nuestras vidas. Ese día había llegado.

Nuestro maravilloso (y un poco suciete) motel de carretera nos incluía un desayuno con de todo: gofres, café, zumo natural, cereales, muffins… vaya que nos pusimos tibias. Y como la leche se nos había congelado en el maletero de Lola, también cogimos leche para el viaje. Sin café, Andrea no es persona.

Nos ponemos de camino a la primera parada, Crazy Horse monument. Y de pronto (como íbamos a tener algún viaje tranquilo), se nos enchufa una bombilla de que la presión de una rueda está baja. Andrea se pone a leer el manual de instrucciones y entramos en pánico. Pero el coche llevaba un rato andando así que tampoco podíamos mirar la presión ya que no iba a ser real.


Paramos en el Crazy Horse Monument, donde querían que pagásemos 20 dólares (es un monumento dedicado a los nativos americanos, en contraposición a las cabezas de los presidentes. Monumento sin acabar). Así que nos negamos y quisimos dar la vuelta, pero como había un coche detrás el señor nos dejó que pasaramos “a dar la vuelta”, y llegamos al final, hicimos una foto rápida y fuimos hacia nuestra segunda parada.


La segunda parada era nuestro sueño del viaje, el gran Mount Rushmore o como mi GPS dice: “Mount Rushmorro” (también dice Primera piedra cuando es 1 st (first Street)). Al llegar, el precio era de 10 dólares para todo el año, aunque creo que no vamos a volver.


Y llegamos, y un paseo lleno de banderas del mundo centraban al fondo a los cuatro presidentes esculpidos en las piedras del National Park Service, allí estaban Gorge Washington, Tomas Jefferson, Roosvelt y Abraham Lincon. Mirando hacia el fondo, en modo “todo aquello que vuestros ojos pueden ver, en un tiempo pasado lo dirigía yo”.


Las dimensiones de las cabezas debían ser enormes, pero no se apreciaba tanto el tamaño, pero el entorno donde estaban era único. Tras las fotos de rigor y la compra de souvenirs, continuamos nuestro viaje, esta vez, hacia Devils Tower.


La gigantesca roca la vimos desde lo lejos, ya que necesitábamos ahorrar tiempo para llegar a una hora decente al couchsurfing que teníamos para esa noche.

Mientras nos íbamos acercando, veíamos gente parada haciendo fotos, así que copiamos las ideas de parar, aunque nuestras fotos fueron más originales, de hecho tan originales que en una de ellas rompimos nuestro bote de tomate frito, y en otra de la emoción mi petaca de batería recargable me la olvidé en la calle.


Con un emocionante día ya vamos a nuestro destino final antes de llegar a casa, Missoula! A mitad de camino un retención de casi una hora por un accidente (dos coches se chocaron de frente), nos puso los pelos de punta.


Mientras limpiaban la zona, aprovechamos a pasearnos por la carretera y hacernos amigas de las señoras del coche de delante. Solo nosotras bajamos del coche, lo que nos hacía pensar que igual no era buena idea; pero tanto rato sentadas y paradas nos aburría, necesitábamos movernos.


También aproveché a que Andrea me depilase las cejas y a reorganizar la parte de atrás y a seguir comiendo nuestra fantástica ensalada de pasta, a escribir un poquito del blog y todas esas cosas que se hacen para entretenerse dentro de en coche en el que llevas mucho tiempo sentado. Antes de llegar debatíamos sobre si ir del tirón a Seattle o ser responsables y dormir.

Día 5

Llegamos a Missoula a las 00:00, por eso ya estoy escribiendo en el 5 día.

La casa estaba bastante escondida, pero tras dar mil vueltas la encontramos. Timbre no tenía así que llamamos a la puerta, pero nadie contestaba. Di la vuelta a la casa buscando una ventana en la que pudiese trucar, pero seguían sin oírnos. Andrea trató de llamarlos, y tampoco cogían el teléfono. Tras mucho insistir conseguimos que nos abrieran y entendimos todo, estaban borrachos! Así que tras pensárnoslo brevemente escampamos (nuestro plan B, también falló) y pusimos rumbo a Seattle.

Qué decir, lo pasamos de madrugada en el coche hacia Seattle, se nos dio muy bien, ya que la música amenizaba el momento.

Tan solo un pequeño susto en la carretera cuando una placa de hielo se puso en medio y perdí por un instante el control del coche, pero enseguida se recuperó. Andrea despertó de su sueño y ya no fuimos capaces de podernos dormir en todo el trayecto.

A las 6:00 llegábamos el coche descargar y a dormir, que el quinto día había comenzado muy intensamente.